La asignatura pendiente
Cuando por fin tienes delante a esa persona parece que el mundo sujeta las palabras de tu boca para evitar que se escapen y produzcan un daño irreparable.
No para el receptor, sino para el emisor, que al ser rechazado caerá en una irremediable espiral de autoodio por desvelar sus más íntimos pesares. Resulta un tanto patético la vaga educación emocional que se nos inculca desde la infancia, la mayoría de las personas desconocemos como actuar ante las situaciones del corazón. Ya sea por miedo, vergüenza o vanidad, en lo referido a los sentimientos, en general, no estamos a la altura. Nos convertimos en niños que ríen de forma nerviosa cuando tenemos la oportunidad de dar un paso adelante. Quizás el mundo no está preparado para escuchar lo que tenemos dentro de las entrañas, o quizás nosotros no estamos preparados para decirlo. Aunque la vida sea corta o las arrugas nazcan el rostro parece que no existe una motivación real que nos impulse a dar el paso. Debemos huir de tópicos añejos, esos que hablan de un momento idóneo que llegará, el momento es el presente, y si se escapa puede que ya nunca más llegue la oportunidad. Hace tiempo que nos dimos cuenta de que el honor es tan solo un apartado más de la larga lista de hipocresías que cultivamos los humanos, ahora solo queda reconocer que la facilidad puede llegar ser un don. Parece que todos debemos estar siempre preparados para dar respuestas ingeniosas y sutiles, al parecer sin darnos cuenta hemos convertido la vida en una especie de serie americana. Hemos puesto unos cánones tan altos que son inalcanzables hasta para nosotros mismos, es hora de poner los pies en el asfalto. Desterremos los silencios violentos y rompamos las cadenas que atan a las palabras mágicas. No es necesario decir siempre algo sarcástico e inteligente, basta con saber idenditicar lo que uno siente realmente y atreverse a decirlo con todas tus fuerzas. Sea cual sea el resultado habremos ganado, porque superaremos por fin la asignatura pendiente de ser humano.