01 oct 2014 / 10:50 H.
Las nuevas redes sociales pueden ser tan peligrosas como esas otras que se ponen en las orillas de los ríos para atrapar a pajarillos, pues al fin y al cabo los dos forman parte de este maravilloso mundo abandonado a su suerte. Nunca me fié de este método de hacer amigos sin verles el careto, si tiene la sonrisa de un niño inocente, o la sonrisa macabra de un diablo oculto en su interior. Insultos tapados en el anonimato, disquisiciones bizantinas, o consultas extemporáneas y tontorronas, o sea, falta de toda sustancia intelectual, es el pan amargo nuestro de cada día. Como a mí nunca me gustó el pan ácimo, o sea, falto de levadura, huyo de estas redes sociales como gato con una cacerola atada a su rabo. Si este es el futuro que nos espera con la información o la amistad conseguida, en unos segundos, romperé mi carné de ciudadano normal y, no como un individuo que en vez de neuronas aptas para el discernimiento y la comprensión en la cabeza tiene megas, discos duros, ratones y pare usted de contar. Ojo, y quien avisa no es traidor. La red social, acaso sea la araña negra que está esperando un descuido para engullirte.