10 ene 2009 / 23:00 H.
La imagen turística que proyecta España en las últimas semanas desde el Aeropuerto de Barajas es lamentable. La normalidad, con leves retrasos dado el tamaño y el flujo de pasajeros del principal aeródromo del país, ha dado paso a un caos en el que influyen diversos factores y colectivos, que AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) es incapaz de controlar y menos de gestionar. La huelga de los controladores, el “boicot” soterrado de los pilotos y la nieve en última instancia hacen de las terminales improvisadas pensiones en las que los viajeros buscan acomodo. Imágenes que dan la vuelta al mundo y que dañan un sector básico en la economía española como es el turismo. La nieve caída, los ya famosos cinco centímetros de Barajas, no pueden ser una coartada para explicar la situación que han sufrido y sufren miles de pasajeros nacionales e internacionales. ¿Por qué el Aeropuerto de Barajas no puede hacer frente a una nevada que sería anecdótica en otras grandes ciudades del mundo? La falta de previsión, en unos casos, como el ya habitual colapso de las principales vías de comunicación por carretera y ahora la falta de unas “correctas predicciones” meteorológicas, aunque la Agencia Estatal de Meteorología asegura que las clavó, están detrás de unos problemas a los que habría que dar solución urgente para el futuro. Un país que inaugura servicio directo ferroviario por AVE entre Barcelona y Málaga y que quiere contar con unas infraestructuras del siglo XXI no se puede permitir estas situaciones. Y mientras la conexión de AVE bordea Jaén con soltura, la provincia se mantiene aún aislada de un servicio que sería vital, a expensas de que los proyectos puestos en marcha tengan la agilidad y la dotación presupuestaria necesarias para no ser los últimos, otra vez, en contar con servicios de primera. Lo demás son parches que sólo lavan la cara.