La Alameda, un paseo lleno de experiencias
Había mucha expectación, muchas ganas de pasear por las baldosas de granito, por comprobar que el “aripaq” no es albero, por sentir el frescor del agua, por volver al pasado. En una tarde tranquila, la arboleda que aún reposa en el parque más antiguo de la capital arropó a los ciudadanos que no quisieron perderse el momento histórico. Punto de mira, de polémicas, de desencuentros y de alguna que otra crítica, La Alameda de Adolfo Suárez fue abierta al público tras una dilatada reforma de una duración de quince meses. Por eso la emoción y la curiosidad acercaron a numerosos vecinos para comprobar por sí mismos si la espera mereció la pena o no.

En un acto protocolario, al que asistieron representantes de algunos de los grupos políticos del Ayuntamiento, así como el subdelegado del Gobierno, Juan Lillo, el alcalde, José Enrique Fernández de Moya, inauguró un monolito con el busto del expresidente Adolfo Suárez, obra de Ignacio Juárez en el que resaltó el mensaje de la placa que lo rodea: “La concordia fue posible”. Asimismo, la presentadora del acto, Manuela Segura, leyó la carta que el hijo del expresidente envió al alcalde, en la que mostraba su agradecimiento y se disculpaba por su ausencia. En su discurso, el regidor paseó por la historia de La Alameda, espacio dedicado a la Divina Pastora. Entre las “paradas” que realizó en su intervención Fernández de Moya resaltó la belleza del mirador con vistas a la Sierra Sur. “Es un lujo que pocas ciudades tienen”. El líder popular aprovechó para recordar, junto a los asistentes, el vínculo sentimental que le une al señero parque. En todo momento, el alcalde hizo hincapié en una petición: “Ha costado mucho esfuerzo, por lo que La Alameda debe de ser protegida y mantenida por todos los ciudadanos”.
reacciones. La percepción general de la remodelación del parque gustó a los asistentes. Sin embargo, a medida que discurrieron por sus rincones, afilaron sus opiniones. El paseo flanqueado por borbotones de agua fue uno de los más transitados, así como la “pared” de agua y luces de colores cercana al auditorio. “Está muy bien pero quizá tendrían que haber dejado más espacio para los que paseamos a los perros”, decía una señora. Otro de los déficits que más echaron de menos algunos visitantes fueron unos servicios. Asimismo, algunos detectaron falta de potencia en el alumbrado. De hecho, hubo quien comentó la posibilidad de cercar el parque o de controlarlo con vigilancia. Y es que, a pesar de la limpieza y el buen funcionamiento se mostró cierto temor a que sean efímeros.