25 mar 2014 / 23:00 H.
Con la fecha del 9 de noviembre entre ceja y ceja, Artur Mas pone a trabajar cada estamento de la Generalitat a favor no de una consulta, como en un primer momento argumentó sin claridad, sino, decididamente, por la independencia de la región del resto de España. Su última iniciativa incumbe a todo el sector educativo, incluidos padres y los propios alumnos. En su campaña para sumar apoyos en los meses que quedan ante el previsto referéndum, ahora el aparato de la Generalitat se vuelca en la comunidad educativa. Nada escapa a un control férreo sobre el asunto y, en algún momento, desde el punto de vista político, se tendrán que pedir responsabilidades sobre el coste que esta intensa campaña tiene también desde el punto de vista económico. En ese afán por conseguir presionar al Ejecutivo de Rajoy el último “invento” de Mas es crear un registro de catalanes en el extranjero. A cada nuevo paso, el punto de no retorno del Gobierno catalán parece evidente. La manida táctica de tira y afloja que tan buenos réditos siempre dio a los Gobiernos nacionalistas en su negociación con el partido gobernante en España cambia. Sin margen de maniobra por parte del Gobierno, solo está en la mano de Mas poder reconducir la situación, pero, lamentablemente, él ya no pilota esa aspiración. Alentó una pobre independencia y ella camina ya sola.