La aceitera de la guerra del islamismo

Siria sigue en guerra. El sonido de los morteros y de las armas automáticas resuena desde Alepo. Imágenes dramáticas reproducen el conflicto bélico entre el Estado Islámico y los rebeldes, cuyos combates han causado un mar de muertos y una riada de refugiados. Sin embargo, allí donde estallan las bombas, que es la zona cero de la guerra y la desesperación, suenan las turbinas que muelen las aceitunas. En Alepo se levanta la mayor fábrica de aceite de oliva del país que, curiosamente, está sustentada por capital jiennense.

13 ene 2015 / 10:32 H.


Mientras que los inversores huyen porque la guerra solo deja dolor, la fábrica sigue en pie. “Algún tiro nos han dado y algunos depósitos han quedado agujereados tras una emboscada”, decía el empresario y responsable de Relaciones Institucionales del Grupo Acesur, Álvaro Guillén. La planta es de la compañía Aceites del Sur, que está participada en un 10% por la Caja Rural de Jaén —a través de su grupo de empresas— y del Grupo Jaencoop, que agrupa a miles de agricultores de La Loma. Está formado por doce aceiteras jiennenses, como son Nuestra Señora de Guadalupe, de Úbeda; La Unión, de Chilluévar; Aceites Zárate, de Torreperogil; Nuestra Señora del Pilar, de Villacarrillo; San Isidro, de Iznatoraf, San Isidro y Vera Cruz, de Villanueva del Arzobispo; Santa Teresa, de Beas de Segura; San Blas y Santa Águeda, de Sorihuela del Guadalimar, y Los Toscares, de Venta de los Santos (Montizón).
Tanto la Caja Rural de Jaén como Jaencoop participan en Acesur dentro de su estrategia empresarial para la promoción y venta del aceite de oliva, lo que se traduce en un beneficio evidente para la provincia. Y Acesur, a su vez, dentro de su negocio sustenta la planta de Alepo. Abrió en 2003, aunque la guerra ha cortado su expansión. Allí trabajan 25 personas y es la única que tiene la compañía en el exterior —cuenta con otras siete en España, entre ellas la emblemática Coosur de Vilches y otros dos centros en Jabalquinto y el Puente del Obispo—. En Alepo, una de las ciudades más nombradas cuando ahora se habla de guerra, Acesur moltura, refina y envasa aceite de oliva, que vende en Siria. Habría que hacer una revisión minuciosa, aunque desde la compañía casi ni se duda de que se trata del único capital español que no se ha retirado y sigue con su actividad dentro del conflicto. Pese a que ha sufrido algunos ataques —el principal fue en una emboscada hace un par de años—, parece que existe una norma —no escrita— entre el Estado Islámico y los rebeldes combatientes que impide destrozar centros logísticos o de productos alimentarios. Los soldados no solo pelean, sino que también necesitan comer. Para la población también resulta determinante, por lo que mantener en pie la principal fábrica de aceite de oliva del país se considera indispensable.
Las reuniones de trabajo se celebran fuera de Siria —entre los directivos españoles y locales—, mientras que los 25 trabajadores acuden a sus puestos, aunque con el temor de que se trata de una zona de conflicto abierto. Entre los tanques, la metralla y las granadas, pasan las aceitunas. Y aquí el capital jiennense resulta indispensable para alimentar a la población. Comenzó como una gran oportunidad de negocio. Siria era una país con recorrido porque se valora el aceite, aunque sus habitantes quieren que el zumo proceda de aceitunas árabes. En una primera etapa, Acesur compartió con EMOC (East Mediterranean Olive Oil Company) la fábrica. Sin embargo, en 2010 se hizo con todo el control. El objetivo era impulsar el mercado en Oriente Medio, que hoy es un reto que queda pendiente debido a la guerra entre el Estado Islámico y los rebeldes, que están apoyados por países de Europa y EE UU por el temor a que Siria se convierta en un territorio refugio de terroristas.
Bajo coste. Álvaro Guillén —en una conferencia en el Club Antares de Sevilla— lo tuvo muy claro a la hora de explicar el motivo por el que siguen en Siria: “Somos muy cabezotas”. No obstante, se trata de una fábrica que funciona para el mercado local y que, además, tiene unos costes bastante bajos. Además, los accionistas —entre los que se encuentran estas empresas de la provincia jiennense— consideran que la guerra respetará este centro, tal y como ha ocurrido hasta ahora. De vez en cuando, se le ha dado, pero nunca ha sido blanco prioritario dentro de la encarnizada batalla.

La exportación jiennense desaparece de Siria
Siria no era una bicoca, pero sí un mercado con el que las empresas jiennenses, de vez en cuando, hacían negocios. Sin embargo, desde que estalló el conflicto, las exportaciones han caído “en picado” hasta desaparecer radicalmente. Los datos de Aduanas —facilitados por el Consejo Superior de Cámaras de Comercio— aseguran que ni en 2013 ni en 2014 hubo una sola operación comercial de una sociedad jiennense con otra establecida en Siria. Y eso que estos dos años han sido los más fructíferos en exportaciones para los emprendedores de esta provincia. No obstante, cuando hay guerra, todos tienen mucho que perder —hasta los que viven lejos de ella—.
El tejido productivo de ese país se ha debilitado considerablemente, por lo que muchas empresas se dedican a sobrevivir y a abastecer de lo más básico a su población. Han perdido su vocación de puerta de entrada para Oriente Medio, por lo que han renunciado a los intercambios comerciales en Europa. Por otro lado, los empresarios de esta tierra tampoco se fían de enviar cargamentos a un territorio en el que la gente se mata. Temen no cobrar o que la mercancía se pierda en un traslado que, a la par, prácticamente son inexistentes, ya que la escasa logística que se mueve dentro del país es de tipo militar.
Jaén llegó a recaudar hasta un millón de euros —en 2011— por su actividad exportadora en Siria. Muebles y componentes eléctricos y de automoción era lo más demandado. Un año después, solo llegaron 88.000 euros, pero la relación siguió hasta 2013 y 2014, en el que no ha existido operación alguna.