La abuela y el celemín

Siempre fue abril el mes de las copiosas lluvias, la “llave del campo”, como se dice por Jaén agrario, es decir, agua que hace posible que los cereales y el olivar fructifiquen abundantemente.

    20 abr 2015 / 10:34 H.

    Este mes es muy dado a los refranes, pero uno de ellos llama la atención: “En abril, quemó la abuela el celemín” (medida de capacidad para áridos). Al ser de madera, propiciaba echarlo a la lumbre, ya que, debido a la variabilidad climática de este mes, calentarse en el fuego era todo un alivio. Me imagino a esta abuela, vestida de riguroso luto, porque su marido murió hace veinte años, calentándose en la lumbre, preparando el puchero de garbanzos, tocino, morcilla o haciendo un “saquito” de lana para el nieto. Entonces, el frío se combatía con una lumbre de palos del olivo, o las heces secas y apelmazadas de los mulos. Ahora todo es distinto. La electricidad o el gasoil dan calor a los hogares. Los troncos de madera han pasado al álbum de los nostálgicos y felices recuerdos. Sé que ir en busca del tiempo perdido, como decía el escritor francés Marcel Proust, es imposible, pero me gusta recrearme en el pasado.