20 may 2015 / 15:16 H.
Lamentablemente, España se coloca a la cabeza como el país más consumidor de alcohol por persona y al año, según informes de la OCDE. La noticia me recuerda al turismo de borrachera de Salou y las imágenes de estudiantes desnudos, haciendo el gamberro de mil maneras diferentes, algunos dejándose la vida por coma etílico, o al partirse la cabeza haciendo “balconing”. El lucro de unos cuantos prevalece sobre los derechos de los ciudadanos que, impotentes, se ven desposeídos de la ciudad en la que formaron su hogar. En Jaén, a falta de playas, tenemos la Universidad, en la que teóricamente se forman nuestros hijos para hacerse personas. Sin embargo, cuando llega la noche de los jueves, los estudiantes toman los barrios próximos a la Universidad para, igual que los ingleses, emborracharse de la manera que sea. Lo mismo da haciendo botellón en la calle, que en el piso de alquiler. Algunos, con mayores posibilidades económicas, acuden a la discoteca, de la que salen al alba, pero ciegos de alcohol. Es lamentable ver a nuestras universitarias semidesnudas, caminando sin zapatos bajo la lluvia, ebrias y sin dignidad; o a sus compañeros, hablando, perdón, vociferando sin ton ni son, que para eso somos el país con mayor contaminación acústica, y destrozando impunemente lo que encuentran a su paso. Cuando llega el jueves de cada semana, nos preguntamos qué destrozos nos encontraremos al amanecer. Como presidente de la comunidad de vecinos, voy a proponer servicio de guardia antiborrachos, a ver si así podemos descansar sin ruidos y sin hacer frente a nuevas derramas para sufragar las consecuencias de nuestra embriagada juventud. ¿Y la Administración qué hace al respecto? Ni ve, ni oye, ni habla.