Juventud, divino tesoro

Algunos tesoros permanecen ocultos durante años, incluso siglos, y este hecho otorga a tales objetos un valor incluso mayor del que ya poseían. Podemos afirmar que, además, hay casos en los que es preferible mantener estas riquezas en rincones ocultos para que nunca se descubra su paradero, puesto que el ser humano, a veces, puede ser realmente dañino para su conservación. No es este el caso de nuestros jóvenes, un auténtico tesoro que, en la actualidad, y a pesar de querer descubrirse al mundo, deben permanecer ocultos casi por obligación. Miles y miles de estudiantes finalizan sus carreras, ciclos o grados año tras año; refuerzan su conocimiento aprendiendo idiomas o cursos de diversas índoles y, sin embargo, la mayoría permanece en sus casas, viviendo a costa de sus padres, porque no pueden costearse ni siquiera su propio sustento. Otros, más afortunados, encuentran trabajo en lugares que nada tienen que ver con su aprendizaje adquirido o en los que nunca pensaron que podrían acabar. Muy pocos consiguen su meta y, algunos, acuden a trabajar con el temor de si ese será el último día. Otra solución son las becas o, mejor dicho, “pan para hoy y hambre para mañana”. Esta es la situación actual, la circunstancia con la que se encuentran nuestros “tesoros” día a día, y que hay que ayudar a cambiar.

    27 may 2014 / 22:00 H.