Jurar o prometer
Felipe González Rivera desde Jaén. La creencia de una persona o su ideología es digna de todo respeto, sobre todo si ella respeta las creencias e ideologías de los demás, pero más aún si esa persona reconoce públicamente con sinceridad y honestidad sus convicciones. Todo aquel que va a desarrollar una labor profesional, institucional o social en el ámbito público ha de adquirir el compromiso de hacerlo lo mejor y más honradamente posible.
Sería algo así como si la sociedad le dijese: “Por favor hazlo y comprométete a hacerlo bien”. Y entonces ella debería responder: “De verdad, que por lo que más quiero, os digo que voy a poner todas mis fuerzas, empeño y dedicación a desarrollar esta labor. Y por ello pongo a mis seres queridos: mis padres, mis hijos o mis más firmes creencias, por testigos”. Si eso es así la aplaudo y, en principio, creeré en que se va a esforzar en llevar a cabo su labor, porque se está comprometiendo desde el fondo de sus sentimientos, de sus creencias más íntimas y de sus convicciones, y nosotros nos sentiremos confiados en que así será. Si la persona cree en un ser superior, es decir, en Dios, y tiene la firme convicción de su existencia y así lo reconoce, si lo pone por testigo de que va a realizar su misión honestamente, yo aunque no tenga esas creencias debo respetarlas, y más aún, debo fiarme más de que así será. Jurar es poner a Dios por testigo de que se va a llevar a cabo un compromiso. Prometer es obligarse a llevar a cabo un compromiso. O sea, dos términos con un mismo fin, pero con diferencia de que en el primer caso no solo se compromete bajo su propia palabra o incluso honor, como ocurre con la promesa, sino que lo hace ante Dios, lo que según su fe y creencia le supondrá un deber moralmente incuestionable, y el cual, por tanto no solo es creíble sino absolutamente respetable. Aparte de que esas creencias se compartan o no, me parece honesto y plausible que la otra persona sí se comprometa poniéndolo por testigo. Todo este comentario viene a cuento por las críticas que escuché hace unos días, hacia Susana Díaz, por parte de algunos tertulianos de la cadena SER, como consecuencia de haber utilizado la fórmula del juramente en su toma de posesión como presidenta de la Junta de Andalucía, en lugar de haber prometido. Yo no conozco sus creencias, pero parece que para algunas personas todo lo que sea no comulgar con sus ideas es pecado, y más si está Dios por medio, que incongruencia, ¿no?