Julia López Bermejo
Preciosa y elegante, enigmática y nuestra, abrazada eternamente a su guitarra, de un firme diapasón, surge la esfinge de Julia López Bermejo, gacela de bordones y arpegios, que nos eleva al lugar de las almas de grandes músicos, porque tiene manos de ángel, sonrisa nívea, el pelo de azabache y la mirada de niña.
La guitarra es una prolongación de Julia y su tacto es como el orfebre que engarza un diamante, como la abeja que liba el polen o una madre que besa a su niño. Al rozarse, ambas, engendran sonidos como jazmines nacientes, incendiando el silencio a cada nota, como el grito de un relámpago. Y un río sonoro, inventa el espacio en busca de sus orígenes y se asoma por el tálamo de cordillera turgente de su vientre de madera, en un idílico oleaje de mesuras idolatradas por las manos de Julia, que recuerdan el vuelo melodioso y exquisito de un milano. El cortejo entre Julia y su guitarra, enamora al silencio, dolce, morendo, y rueda en una campiña de adagios lo mismo que la lluvia entre la hierba o el revoloteo de una mariposa. Si un poema la provoca, Julia se estremece, e interpreta, como una reina conmovida, rotunda. Y vive su música con la misma humildad de su guitarra, lugar donde yo reclino mi alma, dejándome llevar por ese océano que cala con un goce único, donde un verso tiene eco y donde tu música, Julia, queda escrita cual poesía. Solo espero que recojas de tu hacer, la cosecha esparcida desde las altas naves del virtuosismo, que tu tesón y amor a la música, han sembrado como perlas de trigo y ahora, brotan deliciosas para hechizarnos.
Rocío Biedma es poeta