JULIA CUESTA RUBIA: “Ya no podría vivir sin lo que hago, es algo que necesito”

ALBA VILLÉN
Casualidad o destino, lo cierto es que Julia Cuesta Rubia lleva casi media vida dedicada a hacerse feliz a ella misma a través de los demás. Y es que del voluntariado se recibe mucho más de lo que se da. Optimista y risueña, afronta su labor diaria con una sonrisa por delante, porque confía y cree en lo que hace hasta el punto de no poder vivir sin su labor en Cruz Roja.

    02 sep 2012 / 09:59 H.

    —¿Qué hace falta para ser voluntario de Cruz Roja, o de otra entidad?
    —Es necesaria mucha preparación. Es obligatorio un curso de primeros auxilios y, aparte, nosotros hemos hecho otros más específicos. En mi caso tengo la titulación de técnica en Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias (Erie) sanitarias.
    —¿Cuál es su trayectoria hasta hoy?
    —Llevo como voluntaria con Cruz Roja ocho años, y anteriormente estuve en Protección Civil casi cinco. Además, soy conductora de Cruz Roja. Primero fui voluntaria, y después comencé a trabajar.
    —¿Cómo surgió la idea de ayudar en el sector sanitario?
    —El primero que me metió en este mundo fue mi marido. Él era voluntario de Cruz Roja y me impulsó a que yo lo fuera también. Antes de esto, siempre me gustó ayudar, porque mi experiencia anterior en Protección Civil fue muy satisfactoria. Esto es como un gusanillo y cada vez necesitas un poco más; es más, yo diría que estar aquí crea dependencia.
    — Hay diversos quehaceres. ¿En qué proyectos de la entidad participa?
    —En primer lugar estoy en socorros y emergencias y, aparte, también colaboro en temas de inmigrantes. Además, tenemos un ropero en Martos, para la gente más necesitada, y hacemos cualquier cosa para ayudar a que estas determinadas situacines mejoren.
    —¿Cuál es su labor como voluntaria?
    —A lo que más tiempo dedico es a socorros y emergencias. Ahora, lo que más me ocupa es preventivo, proyecto con el que una vez terminada la época de las romerías, empezamos con las ferias. Nuestro despliegue es siempre similar, por ejemplo, en la feria, nuestros medios son la colocación de un puesto en pleno ferial. Si sucede algo leve se atiende ahí, y si es algo más gordo recibimos un aviso del 066 o la Policía Local y nos desplazamos con la ambulancia.
    —¿Qué situaciones concretas vive día a día en esta actividad solidaria?
    —Lo más normal son cosas más leves, como cortes. Situaciones más gordas también las hay pero se dan en menor medida. Este año tuve un caso muy particular, y es que la Policia Local nos avisó de que una mujer tenía taquicardias, la atendimos y le dieron el alta al día siguiente. Sin embargo, por la noche la volvimos a asistir, porque cayó y se abrió la cabeza. Sin embargo, en este tipo de celebraciones lo que más atendemos son intoxicaciones etílicas de menores.
    —¿Qué es lo más impactante que ha visto al colaborar con Cruz Roja?
    —A mi lo que más me impresiona son los niños, cualquier caso que tenga que ver con ellos. Hablo, por ejemplo, de atragantamientos, accidentes de tráfico... Será porque tengo dos niños y lo primero que se te viene a la cabeza son tus hijos.
    —¿Cuánto tiempo le dedica?
    —Esto —ríe— no tiene fin. Tiene principio, pero no tiene fin. Además, normalmente, a cualquier evento que vaya mi marido, voy yo también. Como trabajamos juntos, solemos coincidir, pero normalmente nos turnamos para quedarnos con los niños.
    —Además de voluntaria,  trabaja con Cruz Roja, ¿en qué consiste su labor?
    —Traslado las muestras de analítica del distrito sur de Jaén, excepto Torredelcampo. La zona Sur la llevo yo casi entera. Mi trabajo consiste en ir a los centros de salud, recoger las muestras y llevarlas al hospital de Jaén para sus respectivos análisis.
    —¿Cuál considera que es la aportación de gente como usted a la sociedad?
    —Nosotros ayudamos a bastante gente, ya no solo en el ámbito sanitario sino a gente que no tiene recursos. Por ejemplo, Cruz Roja tiene un almacén de alimentos para repartir entre las personas y un ropero, no solo para inmigrantes, hay muchos españoles que vienen en busca de estos bienes.
    —¿Se ven afectados por los recortes en sanidad? ¿Qué opina de ello?
    —De momento, no. Sé de compañeros de ambulancia que están en servicios mínimos, es decir, que solo tienen prioridades. En sanidad no se debe recortar, con la vida de las personas no se puede jugar, considero más correcto que lo hagan de otro sitio.
    —De los proyectos en los que ha participado, ¿por cuál siente especial debilidad?
    —Lo que más me llena es socorros y emergencias, y trabajar con el colectivo inmigrante. Cuando vienen “mis negritos”, como yo los llamo, a partir de diciembre, para la época de la aceituna, salimos por las noches a darles un café caliente y galletas, y eso me gusta mucho. El tema sanitario es lo que más hacemos y, por supuesto, me gusta, pero “mis negritos” me recompensan mucho. Es cierto que luego te vas a casa un poco triste, porque estos años atrás hubo nevadas y los ves durmiendo en la calle mientras tu estás en casa con la calefacción puesta. Pero hay que pensar que has estado con ellos y les has dado leche caliente y comida, y eso te gratifica. Además nos hacemos amigos, algunos repiten año tras año y lo primero que hacen es pasarse por Cruz Roja para saludarnos y ver cómo estamos.
    —¿Organiza Cruz Roja algún tipo de reu-
    niones entre sus miembros?
    —Sí, hay muchas reuniones de Cruz Roja Juventud. Nosotros solemos conocernos en cursos o en simulacros con carácter regional, donde acude gente de todas las provincias. Desde el atentado del 11-M en Atocha, se creó la Erie sanitaria  y nos hicieron prepararnos más específicamente para afrontar situaciones así.
    —¿Qué le aporta el voluntariado?
    —Ya no podría vivir sin lo que hago. Aunque no trabajara en Cruz Roja, alguna clase de voluntariado haría. Es algo que necesitas. Hasta que no te metes, no lo sabes. A la gente que nos ve desde fuera le parece acertada nuestra labor, pero tienes que estar dentro. Cuando las personas a las que atiendes vienen a darte las gracias, son cosas que llenan mucho, porque se reconoce el bien que has hecho por esa persona, y ella ha sabido agradecértelo.
    —¿Hay casos en los que se les trata de forma despectiva por su trabajo?
    —Hay de todo, pero si hay gente que haya hecho eso, suele ser porque va bebida. Por ejemplo, este año, en una feria, tuvimos un caso de uno que decía que lo que hacemos no es trabajar, y sin embargo, luego, tuvo que ser atendido y se echó a llorar.
    —¿Qué diría a las personas que se plantean ser voluntarias?
    —Si les gusta, que se animen, cuando estén dentro verán como no se van. Si el gusanillo les pica, yo les digo que lo hagan. El 99% de la gente que está dentro empezó como prueba, y ya no se va.