Juana Hurtado Narváez. "Siempre ruego a la Virgen María que hable por mí"
Juana Pastor Rama
Casada con el poeta y dramaturgo ubetense Ramón Molina Navarrete y madre de tres hijos (José Ramón, María Jesús, y Juan David), Juana Hurtado Narváez ha dedicado gran parte de su vida a los proyectos literarios y teatrales de su marido. Estudió en el Colegio de la Milagrosa de Úbeda y, muy joven, movida por su interés por la moda, se dedicó a la confección. Creó su propia academia de corte y confección en la ciudad de los Cerros. Sin embargo, tras el nacimiento de su tercer hijo, decidió dedicarse por entero a su familia. Pertenece a la Asociación Socio-Cultural Maranatha desde sus comienzos y al grupo de teatro Santa Cena de Jaén. Próximamente, interpretará a la Virgen María en las obras “Resurrexit” y “Maranatha”. Juana Hurtado es la única del elenco de actores que continúa en esta última obra con la representación de su papel desde el día del estreno, hace ya treinta y un años.

Casada con el poeta y dramaturgo ubetense Ramón Molina Navarrete y madre de tres hijos (José Ramón, María Jesús, y Juan David), Juana Hurtado Narváez ha dedicado gran parte de su vida a los proyectos literarios y teatrales de su marido. Estudió en el Colegio de la Milagrosa de Úbeda y, muy joven, movida por su interés por la moda, se dedicó a la confección. Creó su propia academia de corte y confección en la ciudad de los Cerros. Sin embargo, tras el nacimiento de su tercer hijo, decidió dedicarse por entero a su familia. Pertenece a la Asociación Socio-Cultural Maranatha desde sus comienzos y al grupo de teatro Santa Cena de Jaén. Próximamente, interpretará a la Virgen María en las obras “Resurrexit” y “Maranatha”. Juana Hurtado es la única del elenco de actores que continúa en esta última obra con la representación de su papel desde el día del estreno, hace ya treinta y un años.
—¿Cuánto tiempo estuvo en Úbeda?
—Se representó durante veintiséis años.
—Siempre fue acogida con éxito de público y ahora, ¿por qué la llevan a Jaén?
—Se estrenó en Jaén por varios motivos que hicieron imposible su continuación en Úbeda. Ante la imposibilidad de que la obra dejara definitivamente de escenificarse, el grupo de teatro de la Cofradía de la Santa Cena, (cuando José Paulano era el hermano mayor y se creó la obra “Resurrexit”) se puso a disposición para que Ramón Molina montara “Maranatha” en el Teatro Infanta Leonor en 2010.
—¿Entraña muchas dificultades su montaje y puesta en escena?
—Sí, por supuesto. Montar una obra como esta, que cuenta con casi cien actores, desde niños a ancianos, y tiene un montaje complejo de luces, sonido y efectos especiales, engloba importantes dificultades. A esto hay que añadir el enorme esfuerzo por parte de todo el grupo, que dedica bastantes horas al ensayo. Respecto a mí, empleo mucho tiempo a la gestión de entradas, pues atiendo las llamadas telefónicas del público que solicita las invitaciones. Como responsable del vestuario, busco continuamente la armonía y el colorido en la escena e intento que, cada año mejoren los complementos y las caracterizaciones de los personajes.
—¿Cuánto tiempo dedica a la preparación y ensayos de las dos obras?
—Dedicamos meses a preparación y ensayo de las obras, pues es una responsabilidad enorme. Empezamos a principios de octubre con reuniones, búsqueda de nuevos personajes, solicitud del teatro, preparación de carteles y propaganda o planificación de ensayos. Finalizamos en mayo, tras la representación de “Resurrexit” y un acto de convivencia y acción de gracias final, que cierra el año.
—¿Hay en “Maranatha” actores profesionales?
—No, todos son aficionados. Es una obra cuyo fin es dar testimonio de fe, evangelizar y ayudar a los más necesitados. No hay ninguna intención de ánimo de lucro. Por eso hay personas que ponen su alma y su corazón en cada representación.
—Y con ellos, está el “alma mater” del grupo de teatro Santa Cena y de la asociación Maranatha, Ramón Molina, quien dio forma a los textos evangélicos para ofrecer un mensaje de esperanza.
—Así es. Mi marido, Ramón Molina, es el artífice, es la persona que más ilusión, empeño, dedicación y fe pone en el proyecto. Es capaz de dirigirnos a todos, de darle forma a cada actor, sacar lo mejor de él, incluso, de quienes jamás pensaron interpretar. No le importa el tiempo, el esfuerzo y la constancia que deba emplear para conseguir que la puesta en escena alcance la dignidad que las obras requieren.
—¿Siempre estuvo a su lado?
—Sí. Es curioso, pero aún recuerdo cuando, a finales de 1981, me dio un borrador en manuscrito de la obra para que le diera mi opinión. Al leerla, pensé que aquel montaje era imposible de ser representado, pero estuve a su lado y lo apoyé siempre.
—¿Desde cuándo forma parte del grupo?
—Desde el principio. Mi historia con el papel de la Virgen es muy particular y siempre creí que fue voluntad de Dios que yo actuara, pues al principio no formaba parte del elenco de actores. Había otra mujer que durante un tiempo ensayó el personaje de María. Sin embargo, pocos días antes de la tarde del estreno, exigió a Ramón que se suspendiera la escena del descendimiento de Cristo de la cruz para evitar tener que coger a Jesús desnudo en sus brazos porque, de lo contrario, no actuaría. Ramón se negó, consciente de que ese era el momento más sobrecogedor de la obra. Y esa misma noche, llegó a casa y me dijo que no tenía quien hiciera el personaje de María y que yo era la única que podía interpretarlo. Me puse muy nerviosa, pero por él y por mi fe en la obra, acepté. Me estudié el papel, ensayé a toda prisa y el 27 de marzo de 1982 me subí, por primera vez en mi vida, a un escenario con la responsabilidad de dar vida a la Virgen.
—¿Y que sintió en aquel momento?
—Lo que aún siento cada vez que visto la túnica de María: emoción. Aunque es cierto que aquella primera vez fue grandiosa e inolvidable. Todavía recuerdo la satisfacción que sentí al terminar la representación y ver el Teatro Ideal Cinema abarrotado de público puesto en pie, aplaudiendo y vitoreando una obra que no solo había escrito y dirigido mi marido, sino en la que, además, él interpretaba el papel de Jesús de Nazaret. Eso es inexplicable.
—¿Qué significa representar ese papel?
—Supone una gran responsabilidad. Es el papel más importante que una mujer puede realizar. Siempre tengo miedo, porque sé que nunca conseguiré estar a la altura de lo que ella es y significa. Por eso, siempre le ruego, antes de salir, que sea ella quien hable y actúe por mí.
—Expresar en escena su sentimiento de dolor o alegría, tal vez le resulte más fácil, ya que Jesús es su propio hijo, ¿no?
—Efectivamente. Los 25 años que mi marido hizo de Jesús de Nazaret, yo realicé el personaje de María. Siempre tuve la clara intención de retirarme cuando él dejara de representarlo. Pero, al darse la situación de que quien sustituyó a Ramón en el reestreno de la obra en Jaén era mi propio hijo mayor, José Ramón, creí que debía continuar. La emoción se multiplicaría. Mis vivencias son tan íntimas y profundas, que prefiero guardarlas, como María, en lo más profundo de mi corazón.
—¿Cree importante el papel de la mujer en la vida de Jesús?
—Teniendo en cuenta la época, creo que la aportación de la mujer al Evangelio es tan breve como grandiosa. María Magdalena, por ejemplo, fue la primera en verlo resucitado. Algo todavía increíble para muchos. La Virgen tiene un papel tan grande como discreto en el Nuevo Testamento. Ella supo estar pendiente de todo y fue valiente, muy valiente, al decir “sí” a Dios, jugándose su propia vida y permaneciendo junto a Jesús en el gozo y en el dolor.
—¿Con cuál se queda: con “Resurrexit” o con “Maranatha”?
—Sin duda, con “Maranatha”. La llevo dentro de mí desde hace 30 años, he luchado y sufrido mucho por ella. He vivido grandes satisfacciones. Guardo testimonios impresionantes, cartas, llamadas telefónicas y encuentros escalofriantes. Eso me dio fuerza para seguir hacia delante y superar cada dificultad y contratiempo.
—¿Qué mensaje mandaría a los jóvenes que asisten a las representaciones?
—Que conozcan al Jesús de los Evangelios, tan desconocido, pese a todo. Creo que el mundo cambiaría.