JUANA CANO CARRILLO. "Un arqueólogo debe ser paciente e imaginativo"

Conchi Sánchez Mochales
Cuando comenzó la diplomatura de Geografía e Historia en el antiguo Colegio Universitario Santo Reino y después la diplomatura de Historia Medieval en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, sus aspiraciones se centraban en la enseñanza, pero, cuando descubrió que había otra posibilidad de trabajo “real” en el campo de la arqueología —donde se concentraban buena parte de sus preferencias: trabajar al aire libre, descubrir y estudiar “in situ” la huella de los antepasados en la civilización actual—, decidió que ese era el camino. Por otra parte, tiene la certeza de que ser una buena profesora, que sepa llegar a los alumnos, es muy difícil.

    13 may 2012 / 09:46 H.

    —¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
    —Nací en Jaén. Los primeros años de mi infancia los pasé en el barrio de San Ildefonso, donde vivía toda mi familia. Soy la menor de cinco hermanos; los demás son varones. Mi padre, Rafael, era agricultor y mi madre, Josefa, ama de casa, que bastante trabajo tenía con criar a cinco hijos. Todas las vacaciones escolares, tanto las de invierno como las de verano, las pasábamos íntegras en el campo, en un cortijo que tenían mis padres en la Campiña de Jaén. Allí todo era horizonte y pasábamos el día de aquí para allá, excepto a la hora de la siesta, que era sagrada. Quizás por eso no me gustan los espacios cerrados y oscuros y me encanta estar al aire libre.
    —¿Cree que la sociedad conoce de qué se trata la Arqueología?
    —A veces es complicado, porque es difícil para quien no está acostumbrado a ver e interpretar los restos arqueológicos, a no ser que sean muy espectaculares, cosa que en el día a día es anecdótico. Pero si se los explicas y le cuentas lo que significan, de dónde vienen y de qué forman parte, la gente no solo lo entiende, sino que echa de menos que no se conserven y pongan en valor los restos arqueológicos que se van documentando en la ciudad.
    —¿Cuánto tiempo lleva dedicada a esta labor?
    Terminé la carrera en 1991 y estoy dedicada a la Arqueología de forma estable desde 1994. A partir de 1995 empezó a normalizarse el trabajo en la provincia con el descubrimiento  de la zona arqueológica de Marroquíes Bajos en Jaén, en el Bulevar, y con la normalización de las excavaciones urbanas en la ciudad.
    —¿Por qué le gustó esta disciplina?
    —Por que aunaba mi entusiasmo por la Historia con el trabajo práctico del día a día a pie de campo y me ofrecía la oportunidad de participar en la creación de esa historia con los resultados de las excavaciones.
    —¿Cuáles son las características que debe tener un arqueólogo?
    —Creo que lo primero es que te guste la Historia y que estés dispuesta a aguantar el trabajo de campo con lo que ello implica. Hay que ser muy paciente, tener imaginación y sentido común. La investigación arqueológica requiere muchas lecturas y un trabajo de aprendizaje y renovación constante, además de una formación en otras disciplinas, como Informática o Diseño Gráfico. La verdad es que es un trabajo científico bastante alejado de la idea romántica que tiene la gente de la arqueología.
    —Se habla de lo dura que es esta profesión. ¿Es cierto?
    —Es dura porque se desarrolla al aire libre y estás expuestas a las condiciones meteorológicas ya sea el calor, el frío e, incluso, la lluvia; muchas veces tienes que trabajar con barro. Pasar no menos de ocho horas a la intemperie, sean cuales sean las condiciones climáticas, no siempre es agradable, pero es verdad que te acostumbras, aunque, con el paso de los años, cueste un poco más. También es dura porque, aparte de las horas de trabajo de campo, tienes que dedicarle luego muchas más horas.
    —¿Tiene mucha demanda en la actualidad?
    —Hemos pasado una época de trabajo muy buena con el “boom” inmobiliario y la regulación en la normativa legal para las actuaciones arqueológicas. Actualmente, con la crisis económica y la disminución de presupuestos destinados a cultura y el desgaste del sector de la construcción, ya sea privada o estatal y del que dependemos en gran parte, se está notando el parón. Aunque, como llevamos mucho tiempo trabajando, vamos tirando. A veces se agradece la disminución del ritmo de trabajo.
    —¿Trabaja sola o en equipo? ¿Por qué?
    —Trabajo en equipo, junto con José Luis Serrano Peña. Tenemos una empresa  que se llama Geparq 99. S. L., que funciona, precisamente, desde ese año. Aunque, normalmente, también contratamos a otros arqueólogos, cuando las excavaciones precisan el trabajo de un equipo más grande para que nos ayuden. Actualmente, el trabajo en solitario de un arqueólogo es prácticamente impensable, tanto por la cantidad de trabajo que requiere una excavación arqueológica y el trabajo diario de la excavación con la documentación       exhaustiva de los restos arqueológicos —dibujo, planimetría, recogida de materiales , fotografía o recogida de datos arqueológicos—,  como por la posterior sistematización de esos datos —bases de datos, dibujo de cerámica o elaboración de planimetrías— y la interpretación de todo ello en la memoria final de las excavaciones. Al final supone mucho más trabajo del que se piensa. A veces hablamos de excavaciones que duran varios meses. Por otro lado, a la hora de contratar los trabajos, sobre todo con la Administración, los papeles que te exigen para ello están pensados en su mayor parte para el contrato con empresas.
    —¿Ha cambiado mucho el trabajo del arqueólogo con las nuevas tecnologías?
    —Mucho. Está en permanente renovación, puesto que nosotros dependemos en buena medida de la informática y del diseño gráfico asistido por ordenador, de los GPS, y de  tecnologías varias que nos ayudan en nuestro trabajo, pero que, al tiempo, te obligan a estar renovándote continuamente en el manejo de las mismas. De todos modos, yo soy de la opinión de que es imposible saber de todo y que hay que delegar. Pero tienes que estar al día de lo que hay para exigírselo a los demás.
    —¿Dónde realiza su trabajo ahora?
    —Estamos en la última fase de los trabajos de campo de excavación arqueológica previos a la etapa de consolidación del castillo y murallas de Huelma, donde trabajamos desde enero con un proyecto cofinanciado por la Diputación de Jaén y el Ayuntamiento de Huelma. La excavación fue muy bonita porque es uno de los primeros trabajos arqueológicos que se hacían en el castillo y porque recuperamos el trazado del recinto amurallado que lo rodea, que en parte estaba enterrado, y parte del trazado urbano que existía en su interior.
    —¿Cuál es su función en este proyecto?
    —Soy la directora del proyecto arqueológico en el que colaboramos tres arqueólogos, José Luis Serrano, Antonio Ortiz y un equipo más amplio de historiadores o restauradores. Trabajamos juntos para realizar, no solo de excavación, sino también la interpretación y recuperación del entorno. Mi labor es, en cierto modo, coordinar estos trabajos. 
    —Cuando surge un hallazgo, ¿qué siente?
    —Siempre hay excavaciones más agradecidas que otras, pero, lejos de la “vistosidad” o no de los resultados, lo que siento es que el resultado de mi trabajo es solo una pieza del puzle que conforman los vestigios arqueológicos y que hay que encajarla con el resultado de las excavaciones de otros compañeros, con el fin de articular la visión completa de nuestra historia pasada. También me preocupa mucho que los resultados de nuestro trabajo lleguen al ciudadano de a pie, más allá de la molestia que supone muchas veces para ellos las excavaciones; cuando, en realidad, la excavación debería ser tenida en cuenta como un paso más en el proyecto y la ejecución de una obra. Es difícil que el resultado de nuestro trabajo llegue a la gente de a pie. Solo en casos muy puntuales y gracias a iniciativas esporádicas se consigue. Por eso, estoy muy contenta de que El Corte Inglés haya publicado un libro en el que se recogen los resultados de las excavaciones que nuestra empresa, Geparq 99,  ejecutó allí a lo largo de 2006 y que se llama “Historia de un arroyo. De Marroquíes Bajos al Centro Comercial El Corte Inglés”.