JOSEFINA SANTIAGO COBO: “La vocación me tira más que la tradición familiar”

Mariam López
Josefina se ha criado entre autobuses, “Autobuses Santiago”, empresa que creó su padre hace más de 45 años y de la que hoy es gerente, más por vocación, como ella misma dice, que por tradición familiar. De aquellos inicios difíciles ha pasado a tener un reconocido y merecido prestigio en la capital y ser una de las empresas que, con ese trato dulce y maternal de Josefina, más niños recoge y acompaña cada día a sus colegios.

    01 feb 2009 / 11:21 H.

    A pesar de llevar 30 años en el sector, Josefina no conduce, ni falta que le hace, porque a ella lo que le gusta es el contacto directo y amable con sus viajeros, y ser la guía en esos recorridos de ensueño que quiere brindarles. Su madre, sin embargo, una mujer pionera en sus tiempos, conducía autobuses, trabajando duro y mano a mano con su esposo, porque la querida “Paquita” sabe lo que es luchar por un sueño. Y ahora, pasado el legado a su hija, son tres ya las generaciones dedicadas al transporte de viajeros, y una flota que tiene como orgullo llevar su nombre, y el de nuestra tierra, por todos los rincones del mundo.
    —¿Siendo el sector del transporte un ámbito tradicionalmente masculino, qué le llevó a dedicarse a él?
    —Mi padre fue quien creó esta empresa, empezando con un microbús con el que transportaba pasajeros a Barcelona. Luego, desde la Delegación de Educación, le ofrecieron el transporte de escolares y, como ninguna empresa lo quería por considerarlo económicamente poco rentable, mi padre que siempre ha sido muy emprendedor, aceptó el reto. En principio se realizaba el transporte a una guardería y, cuando los niños pasaron a Maristas, las madres solicitaron unánimemente que Autobuses Santiago continuara con dicho servicio, que luego se amplió al colegio Cristo Rey.
    Yo, al ser hija única, desde siempre ayudé a mis padres, más que por obligación, por devoción a este trabajo. Desde jovencita sentía más inquietudes por las actividades de los hombres y me resultaba más interesante este mundo que dedicarme a cualquier otra actividad. Y, así, al jubilarse mi padre, quedé al frente de la empresa familiar, y aquí sigo después de 30 años. Aquellos niños que empecé llevando al colegio, ya son padres que han depositado en mí, en nuestra empresa, su confianza para llevar hoy a los suyos.
    —¿Cómo ve el tráfico en Jaén?
    —Como en casi todas las ciudades, un poco caótico. Pero de unos años a ahora, se ha descongestionado bastante. El paso subterráneo de Ruiz Jiménez y el nuevo trazado del Paseo de la Estación han conseguido mucha fluidez en el  tráfico. Aún así, yo lo mejoraría con otro paso subterráneo, en la otra esquina de la Avenida de Ruiz Jiménez con Avenida de Madrid o, si no, una rotonda en ese sitio. Y crearía alguna vía de acceso desde el Polígono de los Olivares a la zona de Gran Eje, ya que este polígono industrial es uno de los puntos más problemáticos del tráfico en Jaén.
    —¿Qué opina acerca del proyectado tranvía para la capital?
    —A mí me parece que va a ser un lío. Las obras van a colapsar Jaén durante mucho tiempo y, la verdad, no veo el beneficio de tener un tranvía para la ciudad porque con él ni mejorará, creo, el turismo, ni el tráfico. Sería más provechoso que el transporte público funcione a mejor rendimiento o pongan más autobuses, y esa inversión se dedicara a otras cosas o proyectos más necesarios en este momento para la capital.
    —¿Cree que el transporte público en Jaén está a la altura de las demandas de la sociedad jiennense?
    —Yo creo que no está tan mal. Han ido creciendo con el tiempo los servicios prestados. Quién iba a imaginar hace años un autobús urbano por el casco antiguo. Ahora se puede comprobar que el microbús ha sido todo un acierto. Lo que ocurre es que este sector está muy monopolizado, ya que mientras que en el  transporte discrecional de viajeros cualquiera puede entrar y competir, en el transporte urbano no se da ni esa oportunidad, sea mejor o peor el servicio.
    —¿Viajan más los jiennenses que antes?
    —El avance que ha experimentado nuestra sociedad también se refleja en el turismo. Ha tenido mucho que ver la mejoría de las carreteras y de las comunicaciones, que invitan a viajar, especialmente a los mayores, para quienes es un hobby.
    —¿Qué destinos en general eligen los jiennenses para viajar?
    —Sobre todo el turismo cultural. La gente mayor, que es quien más demanda este tipo de servicios, prefiere conocer la riqueza de nuestro patrimonio cultural, antes que otro tipo de destinos. También es cierto que es un tipo de turismo mucho más exigente y menos estacional. Creo que mi empresa cumple con las expectativas de cada uno de sus viajeros. Intento innovar en cada viaje y sorprenderlos de alguna manera. Para ello, es fundamental una buena formación e información histórica y cultural y una sobredosis de imaginación para cada viaje. Me llena de satisfacción cuando, al regresar de cada nuevo destino, me agradecen sinceramente el servicio prestado, la amabilidad y el cariño con que se les ha tratado. Me siento orgullosa.
    —¿Qué retos nuevos tiene?
    —Después de 30 años de satisfacciones en el transporte de pasajeros y el transporte escolar, nos hemos hecho con un hueco y un nombre en Jaén. Con la vista puesta en superarnos y brindar a nuestros clientes cada vez un mejor servicio, estamos iniciando los pasos para abrir una agencia de viajes, donde dar un trato más personalizado, cercano y adaptado a las necesidades de cada persona. Nuestra especialidad será la de viajes en grupos concertados que, hasta la fecha, nos viene dando muy buen resultado y satisfacción a nuestros clientes.
    —Cuénteme una anécdota que recuerde de estos 30 años.
    —Como estos días se vuelve a hablar de inundaciones y temporal, recuerdo una excursión al Santuario de Lourdes, en Francia, en agosto de 1983. Pernoctábamos en Bilbao, cuando la ciudad sufrió una de las inundaciones más devastadoras de su historia. El agua llegó hasta la segunda planta de nuestro hotel y, sin saber qué iba a pasar con nosotros, pasamos toda la noche, hasta que fuimos rescatados en barcas al día siguiente por los bomberos y alojados en distintas casas de vecinos de los alrededores. Me quito el sombrero por la hospitalidad vasca y el cariño al acogernos.
    No pensamos la gravedad de lo ocurrido hasta que vimos el estado de la ciudad, y todos y cada uno sentimos que algo, alguien desde algún sitio nos había iluminado esa noche. Entre los pasajeros iba una embarazada y temí realmente por su estado. Afortunadamente el embarazo llegó a buen término y, en honor a aquel viaje, al bebé le llamaron Lourdes. Desde aquel verano, cada año, a modo de agradecimiento volvemos a Lourdes con una excursión de viajeros. Y aún siguen viniendo, año tras año, algunos de aquellos que nos acompañaban aquel verano.
    Otra anécdota la vivió mi hijo en una excursión a Noruega. Mientras esperaba la llegada de un teleférico, se acercó un jaenero que sin saber quién era exclamó: “¡Mira hasta donde llegan los de Santiago!”.