José Manuel Estrada: “Soy profesional del periodismo deportivo y un personaje popular por accidente”

La vida de Pipi Estrada cambió desde el mismo momento que pisó Madrid. Una ciudad que abraza tanto y tan bien no tuvo problema para seducir a un chaval que llegó a estudiar, pero abierto a todo. Jamás pensó que su camino iba a separarse tanto de los planes que su padre, Prudencio, tenía para él.

10 may 2015 / 08:55 H.

Trabajador de Ensidesa, quería que su hijo, universitario, tomara el relevo generacional. Prudencio hubiera estado orgulloso. Sin embargo no lo hubiera estado menos viendo cómo Pipi se convertía en un gran periodista deportivo. No pudo ver ni una cosa ni la otra; murió antes de que su hijo se convirtiera en afamado informador. Pipi recuerda a su padre, por el que siente una profunda admiración, y se le humedecen los ojos. Habla con pasión de Prudencio y en su descripción intuimos que padre e hijo fueron almas gemelas. José Manuel es un narrador apasionado, cuenta su vida con vehemencia y pasa de la irritación a la calma según la historia, el tiempo o las personas. Sabe que, como peaje por su paso por el mundo de la prensa rosa,  ya tendrá que luchar siempre para delimitar los espacios entre la persona y el personaje. Es consciente y lo maneja con naturalidad. Ha decidido no distraerse con lo que dicen o piensan de él: “vivir es lo que importa”. En eso está.

—¿Cuándo decidió entrar en la prensa del corazón?
—Nunca lo decidí. Entré en ese mundo por accidente y me hice una persona popular por accidente. Yo era un obrero de la información que trabajó con José María García durante veinte años y al que, un día, se le cruzó una persona con la que tuvo una historia de amor que terminó teniendo una gran proyección mediática. Fue un accidente. No lo busqué pero a partir de ese momento me di cuenta de que había una tarta y de que eso podía ser un recurso para mis necesidades. Esa es la historia, no hubo ni un plan ni premeditación, fue casual.

—¿Cómo lleva la exposición al juicio general?  
—Este es un país donde hay muchos catetos. Gente que juzga alegremente, sin conocimiento de causa y sin pararse a pensar si sabe lo que está hablando. Con eso cuento, aquí se habla mucho y muy a la ligera. Es inevitable, es triste pero es así. La gente se queda en la parte frívola y desprecian la faceta real, la que tiene que ver con tus sentimientos, con tu vida diaria, con tu trabajo. Creen que eso no existe, que solo existe ese que ven en la tele o en las revistas. De mí no se ha dicho que sea un chorizo, ni un corrupto ni nada de eso. A mí en España me han querido crucificar porque me gustan las mujeres, porque, dicen, soy un mujeriego. Vale, me gustan. Más que a los ratones el queso. Por mi forma de ser he propiciado esa imagen. Espero que alguien me diga si ser un “mujeriego” está contemplado como delito en el Código Penal. Lo mismo está catalogado en el código humano como “envidia”. Esa faceta mía no es razón para admitir determinado tipo de juicios y descalificaciones que van de lo personal a lo profesional. Ser mujeriego no significa que esté deslegitimado para seguir siendo un profesional válido. Me molesta mucho ese juicio hipócrita que se hace, insisto, más desde la envidia que desde el conocimiento real. Por ejemplo, nunca he bebido, nunca he fumado y jamás me he drogado. Bueno, pues mira las redes y verás las cosas que se dicen. Los que realmente me conocéis sabéis que no hay dobleces, que hay una persona, como tantas, que trata de ser leal a sus amigos, cariñoso con la gente que quiere y profesional honesto. No hay más, lo que se ve.

—Trabajar con José María García, para empezar su carrera periodística, fue un buen comienzo…
—Trabajar con García imprime carácter. La experiencia en aquella A3 joven, con ilustres veteranos como, además de José María García, Martín Ferrán, Luis Herrero, Antonio Herrero, el profesor Amón... fue una experiencia muy importante, muy bonita y para mí fundamental. Había mucha ilusión. García es un personaje singular, exigente, tímido, sensible y un jefe justo, un jefe honesto. Ante el error era durísimo, pero merecía la pena trabajar con él por la forma de entender esta profesión. Viví mucha tensión en esa época, pero allí me hice periodista y abrí los ojos a esta profesión. Hay muchas anécdotas, muchas situaciones que no son fáciles de olvidar. Le anuncié el fichaje de Mijatovic por el Real Madrid, tres meses antes de que se produjera. Me dijo: “Lo voy a dar pero, como no se produzca, atente a las consecuencias”. Pasé los peores tres meses que te puedas imaginar. Al final se produjo el fichaje y pude respirar, pero esa tensión era muy fuerte y muy continuada. Con él aprendí a separar el grano de la paja en la información, algo muy importante.

—¿Ha cambiado mucho el trabajo del reportero deportivo?
—Ha cambiado todo. Ahora te tienes que manejar por internet, por intuiciones, por interpretaciones de gestos o, incluso, por lectura de labios en imágenes. Antes íbamos a los entrenamientos, los veíamos, sabíamos, viéndolo con nuestros propios ojos, lo que pasaba en ese entrenamiento. Ahora te colocan a quinientos metros de los jugadores. Antes los jugadores pasaban delante de ti, podías hablar con ellos. Era información directa; ahora todo es a través de canales interpuestos y eso lo complica y lo desvirtúa todo. Luego están los jefes de prensa que, en lugar de facilitar, demasiadas veces lo complican todo y juegan un doble papel. A ti te dicen que lo han intentado, pero que el jugador no quiere hablar y al jugador, lejos de animarle para que hable, le refuerzan la duda y le aplauden la negativa a conceder una entrevista. Luego te dicen que lo han intentado, pero que ha sido imposible. Así quedan bien con el jugador y contigo; aquí ya nos conocemos todos. Así hacen mucho daño a nuestra profesión y creo que se lo hacen también a su cargo. Es muy complicado trabajar así, no nos dejan hacer periodismo.

—¿Cómo valora lo que ha hecho Pedrerol en las noches deportivas de la televisión?
—Pedrerol es un comunicador brutal y no lo digo porque trabajé con él desde los tiempos de Punto Radio, lo pienso y lo veo a diario. Además de esto, Josep fue la primera persona, cuando salí de “Supervivientes”, que me tendió la mano. Para muchos era un profesional acabado que ya pertenecía al mundo del famoseo y que había perdido la conexión con el periodismo deportivo. Él fue el primero en volver a confiar en mí y eso no lo olvido nunca. Soy leal y agradecido. Con él tengo una gran empatía y creo que es algo mutuo. Él confía en mí hasta el punto de que, muchas veces, no sabe lo que llevo al programa, pero nos entendemos con la mirada y sabe perfectamente recoger lo que digo y articularlo. Hay una gran compenetración. De todas formas, esto es un trabajo y hay una contraprestación. A su confianza tengo que responder con contenidos, con informaciones que estén a la altura de lo que él espera de mí. El día que esto no funcione… Pero de momento está funcionando. Por lo que se refiere a “El Chiringuito”, ha logrado conjugar una gran información deportiva con una excelente puesta en escena y, con esa combinación, ha conquistado a la audiencia. Reuniendo a profesionales que tienen distintos registros consigue un producto extraordinario que él conduce con maestría. Los resultados están ahí. Creo que estamos ante un ejercicio periodístico descomunal.

—¿Qué opina de la situación de Iker Casillas?
—Aprecio mucho a Casillas. Le conozco desde que tenía nueve años. No ha tenido otro equipo que el Real Madrid. Ha sido el mejor portero del mundo, ha ganado más títulos que nadie, pero cuando, por ley natural y por circunstancias deportivas y extradeportivas, bajas el rendimiento,  lo sufres. Se ha creado una división, hay enfrentamientos y él se ha visto en medio. Si yo hubiera estado en su lugar me habría ido; creo que ha perdido un año de felicidad. Creo que en la vida hay momentos en los que los sentimientos, la felicidad es más importante que el dinero. Eso es así y sirve para preparar un regreso agradable para estar en consonancia con lo que Iker es y ha sido para el Real Madrid.