José Antonio

MANUEL MIGUEL CARO GABUCIO desde JAÉN. Se cumple en este 20 de noviembre de 2012 setenta y seis años del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Durante no pocos años, unos camaradas y yo, el último de entre ellos, hemos seguido sembrando y cuidando la semilla del pensamiento nacionalsindicalista, del que José Antonio es parte primordial.

    20 nov 2012 / 16:57 H.

    Alejados ya de la lucha partidaria, al cumplirse un año más la fecha de su fusilamiento, es de justicia, al menos, un recuerdo del que, para tantos,  supone un paradigma de una  concepción española de la nación, la sociedad y el hombre. Las palabras que siguen, escritas para el setenta y cinco aniversario de su muerte,  no son de quién subscribe esta carta, pero en ellas podemos vernos satisfechos e interpretados los que aún seguimos dando fe de nuestras ideas políticas en la vida diaria: “En una fría madrugada alicantina entregaste tu vida al Padre. Un puñado de balas asesinas te arrancaban el alma y te hacían paradójicamente inmortal. Tus treinta y tres años fueron fecundos porque amaste con pasión y furia a España, porque pensaste en un futuro en Paz para tu Patria, porque creíste que la justicia social  era posible al margen de la lucha de clases y libres mercados, porque fuiste el líder necesario que a todos estorbó, porque entendiste la vida como servicio, como sacrificio y como milicia y porque nos has dejado las más apasionadas páginas de tu pensamiento, de tu visión y de tu poesía, a la que siempre se regresa en momentos de zozobra”. A ti, poeta maldito de España, cuya obra es prostituida por aquellos que nunca te entendieron y que creen ser tus seguidores o por aquellos que aún hoy te odian, porque sin duda nunca te han leído; a ti, Capitán eterno de las Juventudes de España, te ofrezco hoy cinco rosas que poso sobre tu lápida. A ti, José Antonio Primo de Rivera, te agradezco, hoy como siempre, tu testimonio y tu sacrificio, tu valor y tu entrega, tu clarividencia y esa poesía que promete, con una oración al Padre eterno. José Antonio Primo de Rivera: ¡Presente!