José Andrés Navarro Jódar: `Como matador, me negaron el pan y la sal en mi propia tierra´
José Expósito / Andújar
José Andrés Navarro, 'El Andujano', una de las figuras del toreo iliturgitano, continúa ligado a la fiesta y transmite sus conocimientos y valores a nuevos diestros como profesor de la Escuela Taurina de Baeza.
—¿Es cierto que desde niño siempre quiso ser torero?
—Así es, recuerdo que cuando tenía seis años vivía en la calle Los Negros, y en mi dormitorio tenía colgada una muleta, un capote, unas banderillas y una montera. Cuando había corridas de toros en Andújar cogía mi muletilla y toreaba en la calle. Además, mi padre me llevaba a ver los toros en los corrales.
—¿Su familia lo apoyó desde un primer momento cuando dijo que quería ser matador?
—En un principio, no. Ahora comprendo, con el paso del tiempo, cómo se sentía mi madre, que se opuso siempre. Con mi padre, que fue torero, al principio no tuve el apoyo inicial, porque él era consciente de lo duro que resulta ser matador, pero cuando ambos vieron que estaba dispuesto a ello y que vivía para el mundo del toreo, tuvieron que aceptarlo.
—¿Cuál fue su mejor faena?
—La lidia de un toro en la Monumental de Barcelona, que la hice con la mano izquierda. Fue una tarde inolvidable.
—¿Y el momento más triste de su carrera como matador?
—Cuando me negaron el pan y la sal en mi propia tierra al haber sido el triunfador de los festejos del centenario de la plaza de toros de Andújar, en el que compartí cartel con las máximas figuras del toreo, como José Tomás o Pepín Liria. Fui el triunfador en las dos corridas que toreé. Me gané por derecho el volver a repetir al año siguiente, pero lamentablemente no se produjo, y esa fue la última corrida en mi tierra.
—Durante su trayectoria como diestro, ¿recibió el cariño de los aficionados iliturgitanos?
Más información en nuestra edición impresa.

José Andrés Navarro, 'El Andujano', una de las figuras del toreo iliturgitano, continúa ligado a la fiesta y transmite sus conocimientos y valores a nuevos diestros como profesor de la Escuela Taurina de Baeza.
—¿Es cierto que desde niño siempre quiso ser torero?
—Así es, recuerdo que cuando tenía seis años vivía en la calle Los Negros, y en mi dormitorio tenía colgada una muleta, un capote, unas banderillas y una montera. Cuando había corridas de toros en Andújar cogía mi muletilla y toreaba en la calle. Además, mi padre me llevaba a ver los toros en los corrales.
—¿Su familia lo apoyó desde un primer momento cuando dijo que quería ser matador?
—En un principio, no. Ahora comprendo, con el paso del tiempo, cómo se sentía mi madre, que se opuso siempre. Con mi padre, que fue torero, al principio no tuve el apoyo inicial, porque él era consciente de lo duro que resulta ser matador, pero cuando ambos vieron que estaba dispuesto a ello y que vivía para el mundo del toreo, tuvieron que aceptarlo.
—¿Cuál fue su mejor faena?
—La lidia de un toro en la Monumental de Barcelona, que la hice con la mano izquierda. Fue una tarde inolvidable.
—¿Y el momento más triste de su carrera como matador?
—Cuando me negaron el pan y la sal en mi propia tierra al haber sido el triunfador de los festejos del centenario de la plaza de toros de Andújar, en el que compartí cartel con las máximas figuras del toreo, como José Tomás o Pepín Liria. Fui el triunfador en las dos corridas que toreé. Me gané por derecho el volver a repetir al año siguiente, pero lamentablemente no se produjo, y esa fue la última corrida en mi tierra.
—Durante su trayectoria como diestro, ¿recibió el cariño de los aficionados iliturgitanos?