Jiennenses que trabajan mientras la ciudad duerme

Pepi Galera                                                             
Fotografías: José Poyatos

Cuando la ciudad parece dormida, cientos de jienneses salen de casa para llegar al trabajo. Sus profesiones o circunstancias personales hacen que tengan que adaptarse a un nuevo ritmo de trabajo, que se desarrolla bajo las estrellas. Un trabajador nocturno es, textualmente, todo aquel que “está empleado, total o parcialmente, entre las diez de la noche y las seis de la mañana”. El interés por compatibilizar su ocupación con otras actividades importantes, como los estudios o la familia, o el incentivo del plus por nocturnidad para el bolsillo, son algunas de las razones por las que se trabaja cuando la mayoría duerme.

    23 may 2010 / 10:21 H.

    En otros casos, este horario forma parte de la naturaleza de la profesión, como es pasa con panaderos, basureros, porteros de discoteca, vigilantes de seguridad, farmacéuticos, recepcionistas de un hotel, médicos o policías. Este horario trae consecuencias que van más allá de las que se pueden pensar en un primer momento, como la incompatibilidad con los horarios familiares o el cambio de horarios. Muchos estudios ponen énfasis en los problemas de salud que puede derivar. El sueño, como respuesta fisiológica, acude con la oscuridad, por lo que el cuerpo tiene que hacer un sobreesfuerzo, ya que su tendencia natural es replegarse en cuanto a energía. Y con el alba, el cerebro se activa, por lo que es normal que, como muchos trabajadores nocturnos explican, se tarda más en dormir, a pesar del cansancio. Al final, el descanso será más corto y menos profundo si se compara con quien duerme durante la noche.
    Aunque las repercusiones varían según la persona, la edad y, sobre todo, las condiciones laborales —días libres o número de horas trabajadas—, no es extraño que, a medio plazo, estos trabajadores experimenten problemas digestivos, cardiovasculares, endocrinos y el clásico insomnio. Un ejemplo frecuente que se pone, para que el resto de los “mortales” se pueda hacer una idea, es sufrir el desfase horario de un viaje, el “jet lag”, semanalmente.
    Por otra parte, están las consecuencias psicológicas, que no se suelen hacer esperar en forma de estrés, desmotivación, irritabilidad; llegando, en algunas ocasiones, a mostrar el síndrome de fatiga crónica. En este amplio campo, no se puede dejar de lado la falta de sincronía con respecto a los familiares. Cuando el trabajador de la noche llega, los otros salen; cuando se desliza en la cama, los otros desayunan. La cuestión se complica cuando, después de las mil y una ovejas contadas, suena el teléfono, el motor de los coches de fondo y los ruidos matinales de la cotidianidad, que “intimidan” sin compasión a Morfeo. Así, también, compenetrarse con la pareja y conseguir quedar con los amigos es todo un reto, dada la incompatibilidad de horarios. No digamos ya, si se da el añadido de trabajar en festivos y fines de semana, momentos en los que el círculo socio-familiar lleva a cabo sus planes de ocio.
    Pero, en el trabajo nocturno, no todo son desventajas. Al menos, más allá del plus económico, que supone la nocturnidad en un contrato, hay otros factores que suelen coindir en este tipo de turnos, como es la menor supervisión por parte de superiores, un clima o ambiente laboral distendido y satisfactorio entre los compañeros y la posibilidad de suplementos vacacionales. Fuera del trabajo, otras de las ventajas es tener el día para otras actividades, como es disfrutar de más tiempo para ocuparse de los hijos o acceder a servicios, que sólo son diurnos.
    Otra faceta de los trabajos nocturnos es su naturaleza. Con la puesta de sol, la atención a las necesidades del ciudadano —la mayoría de las profesiones nocturnas están encaminadas a este fin— a veces se confunden con el negocio, como ocurre en determinados sectores, en los que no hay causa justificable para que halla un horario nocturno, salvo la de maximizar ganancias. De hecho, hay empresas con turno de noche porque no pueden “parar” su maquinaria. De todas formas, no deja de ser menos cierto que el esfuerzo y el riesgo que invierten estos empleados merece que se valoren, atiendan y regulen sus derechos y necesidades, pues asumen costes significativos para su salud y su vida personal. Es importante que todos los colectivos (sean o no del Estado) no excedan las 8 horas nocturnas. De hecho, la ley dice que “la jornada de trabajo de los trabajadores nocturnos no podrá exceder de ocho horas diarias de promedio, en un período de referencia de quince días”. Cuando se sobrepasa este horario, llega un momento en que no sólo merma considerablemente su rendimiento, en términos de eficacia y productividad, sino que, además, peligra su salud.
    En este sentido, puede haber otras medidas que resulten más beneficiosas, como reducir su jornada a 6 horas, contar con más días libres, facilitar el cambio al turno de día  por motivos de salud, ampliar la supervisión y atención médica, adelantar la edad de jubilación u optar por ciclos cortos. Pero estas son cuestiones que, en muchas ocasiones, se escapan al control del trabajador, vamos a pero hay algunas pautas para mejorar la calidad de vida, que sí dependen del trabajar. Por ejemplo, para poder sobrellevar mejor los inconvenientes de la nocturnidad, ha de ser una ocupación elegida por uno mismo (no impuesta), que persiga unos objetivos muy claros y concretos (económicos, vocacionales, o personales). También es aconsejable permanecer en la cama al menos 6 ó 7 horas (aunque no todas sean de sueño profundo), levantarse para comer, y después continuar con una pequeña siesta. En este tiempo de sueño, se deberá aislar del ruido y la luz y será conveniente desactivar timbres y teléfonos.