Jiennenses en la Costa del Sol

Catorce horas en autobús tardaban en llegar los primeros jiennenses que veraneaban en Fuengirola. Corría el año 1944 cuando cuatro familias de la capital eligieron la Costa del Sol para pasar el verano. María del Carmen Marín tan sólo tenía seis años y su hermano Miguel, uno. Ahora, en poco más de dos horas en coche, pueden pisar esta arena que baña el Mediterráneo. Pero esta no es la única diferencia. Por aquel entonces, donde ahora se erigen los bloques de apartamentos y hoteles, no había nada.

    15 ago 2010 / 09:47 H.

    “La oferta hostelera se limitaba a tres bares:Casa Tirita, el Café del Toro y el casino. Por lo demás, sólo había algunas huertas y pasaba un coche una vez al día”, relata María del Carmen Marín Pasolas. “Recuerdo que el sacerdote que había por aquel entonces ponía, una vez a la semana, cine en el patio de una casa”, afirma Miguel. A esta pequeña expedición de jiennenses, poco a poco se fueron uniendo más paisanos hasta llegar a ser el principal destino de vacaciones de las gentes de la provincia en gran parte del pasado siglo.
    Hoy, más de setenta años después, María del Carmen y Miguel son los veraneantes más “veteranos” en esta zona de la costa malagueña donde el acento jiennense resuena con fuerza en la arena, en competición con el cordobés, otra de las principales provincias de procedencia nacional entre los visitantes de Fuengirola. Mucho han cambiado las cosas; apenas quedan ya metros sin construir en esta zona. Quizá por el privilegio de reunir dos características esenciales en un destino de vacaciones: su clima —la Costa del Sol presume de tener más de 300 días soleados al año y temperaturas que no bajan de los catorce grados de media en invierno y no suben de los 30 en verano, cuando el Valle del Guadalquivir roza casi a diario los 45—y por la amplía oferta turística, adaptada a casi todas las edades, públicos y bolsillos. Y es que hay apartamentos turísticos desde 300 euros al mes si se desea alquilar. En hoteles, hostales y campings, la oferta es inabarcable. “Aunque hay muchos jiennenses que vienen cada año y tienen sus pisos en propiedad, también son muchos los que optan por alquilar”, explica el hostelero José Luis Delgado.
    En estos setenta años que han pasado desde que aquellos primeros visitantes se bajaron del autobús que los llevó de la capital del Santo Reino a la orilla del Mediterráneo, también cientos de jiennenses han invertido sus ahorros en segundos domicilios, apartamentos para sus retiros a  este rincón de la costa andaluza, sobre todo, en las tres últimas décadas. Es curioso, por ejemplo, ver cómo hay bloques que están prácticamente llenos de jiennenses. Constructores de la provincia intervinieron en su ejecución y, después, los vendieron a sus paisanos. Casos como el Residencial Aurora, en Fuengirola, construido por un torrecampeño o Los Lentiscares, edificados por Covalmon en Torrox. Seis ciudades playeras se llevan la palma a la hora de acoger a los jiennenses en sus vacaciones: Fuengirola, Torremolinos, la “capitalina” Playa de la Victoria, Torredelmar, Torrox y Nerja. Pero son muchos kilómetros de costa malagueña, 161 exactamente, en los que sus vecinos de portal encuentran su particular paraíso cada verano. Allí, disfrutan de largas jornadas sobre la arena o encontrándose en locales como los que dirigen dos jiennenses en Fuengirola: el Mesón del Torillo, en manos de un sabioteño o el recién inaugurado “Rinconcito de Jaén”, todo un santuario a la provincia y su cultura. Otros, optan por reunirse para echar sus partidas de dominó en la Taberna El Jardín, junto a la familiar playa de Los Boliches.
    La cuna de Pablo Picasso es una provincia tan popular para los jiennenses que cerca de 30.000 la han hecho ya su primera residencia. Según Fortunato Escobar, presidente de la Casa de Jaén en Málaga, que reúne cerca de un centenar y medio de paisanos que residen allí, en la actualidad están censados 29.832. En cuanto a su distribución, las ciudades costeras destacan por encima de las zonas de interior. El peso del turismo en el mercado laboral tiene mucha culpa de ello. Y es que son muchos los que emigraron en las últimas décadas buscando trabajo en un pujante sector terciario y por la voraz construcción, ahora prácticamente parada. Después, se quedaron. Sus playas, su clima y sus gentes tienen mucho que ver. Son jiennenses que tienen el corazón dividido entre la tierra que los vio nacer y su particular paraíso a la orilla del Mediterráneo.
    Fotografías: José Poyatos                          
    Texto: Pepi Galera