JESÚS GUTIÉRREZ ZAYAS. "Escribí la Historia de Jaén desde mis recuerdos"
Pepi Galera
A punto de cumplir ochenta y seis años, es asombrosa su capacidad de emprender, mantenerse ocupado y, sobre todo, su lucidez. Se jubiló hace dos décadas después de dedicarse toda la vida a trabajar como agente comercial de aceite de oliva. Pero, en vez de quedarse de brazos cruzados, en este tiempo, se ha mantenido incansable al frente de diferentes colectivos sociales, ha escrito tres libros y ha ejercido su papel de perfecto marido, padre de sus cuatro hijos y abuelo de sus dos nietos. Su inquietud quizá sea la fórmula para su longeva y, sobre todo, completa vida.
A punto de cumplir ochenta y seis años, es asombrosa su capacidad de emprender, mantenerse ocupado y, sobre todo, su lucidez. Se jubiló hace dos décadas después de dedicarse toda la vida a trabajar como agente comercial de aceite de oliva. Pero, en vez de quedarse de brazos cruzados, en este tiempo, se ha mantenido incansable al frente de diferentes colectivos sociales, ha escrito tres libros y ha ejercido su papel de perfecto marido, padre de sus cuatro hijos y abuelo de sus dos nietos. Su inquietud quizá sea la fórmula para su longeva y, sobre todo, completa vida.
—Ya está jubilado, pero, ¿en qué ha trabajado durante toda su vida?
—Mi principal ocupación ha sido la de agente comercial de aceite de oliva para diferentes firmas. Cuando tenía 17 años, empecé en la sede de Carbonell en Jaén. Allí estuve 23 años. Después, lo dejé porque con cuatro hijos no tenía suficiente con el sueldo que ganaba. A partir de ahí, empecé a trabajar en una empresa vendiendo motos y llevaba la contabilidad. Esto fue durante un año, ya que el dueño se fue a Adis Abeba. Me ofreció quedarme con el negocio, pero le dije que no. Después, volví al aceite y comencé con un comisionista. Desde ahí, lo dejé y me puse a trabajar por mi cuenta, como autónomo, monté mi despacho y vendía aceite a comisión. En los años 70, se creó en la Cámara de Comercio de Jaén lo que se llamó un “bolsín de aceite”. Allí, nos juntábamos los corredores con diferentes partidas de aceite para ver si allí se vendía.
—¿Esta era su vocación?
—No, realmente yo siempre quise ser médico, pero no tuve la oportunidad de estudiar y me tuve que poner a trabajar. Cuando terminé los cuatro cursos de Bachiller que tengo, fui a Granada para hacer el examen para practicante, lo que es hoy en día ATS, pero como aún no había cumplido los 18 años, no pude hacerlo. Aunque eso sí, estuve haciendo dos años prácticas en el antiguo hospital de Jaén. Me gustaba tanto este mundo, que dos de mis hijos son ATS.
—Además de trabajar como agente comercial de aceite de oliva, también ha sido catador, ¿verdad?
—Sí. Se puede decir que fui uno de los primeros catadores de la provincia. En los años 70, se hizo un panel de catadores, que básicamente éramos los agentes comerciales del aceite de Jaén y estaba dirigido por José María Orozco. Poco a poco, empezamos a hacer catas por cooperativas de la provincia y, después, ya nos llevaban a Córdoba y a Madrid. En esta época, ya nos seleccionaron y nos dejaron a tres catadores de Jaén. Hasta hace dos años, he estado todas las semanas, durante 20 años, yendo una vez a Madrid para catar aceite en el laboratorio central de Aravaca del Ministerio de Agricultura. Allí, no sólo se cata aceite de Jaén, si no de todo el mundo. Con estas, se califica el aceite que se vende en toda España. Lo dejé hace dos años porque mis hijos no querían que viajara tanto. En Madrid, mis compañeros me hicieron un homenaje muy bonito para despedirme.
—Ahora que está jubilado, una de sus ocupaciones es escribir y ya ha publicado algunos libros. ¿Cuál fue el primero?
—Desde siempre me ha gustado mucho escribir. Antes lo que más hacía eran artículos para periódicos. El primer libro que publiqué fue en el año 2000 y se titula “Discapacitados Psíquicos-Personas”. En él, recogí mis vivencias y todo lo que he aprendido con mi hijo menor, que nación con discapacidad. En el título quise hacer referencia a un aspecto que se escapa demasiadas veces en el trato con las personas con discapacidad y es, precisamente eso, tener en cuenta que son personas. Afortunadamente, cada día la sociedad avanza más en este sentido.
—También publicó, años más tarde, otro libro centrado en esta temática.
—Sí, en 2003. Se titula “Evolución de las personas con discapacidad intelectual”. Se puede decir que es una continuación del primero, ya que también plasmo mis conocimientos surgidos de mi experiencia.
—A raíz de estas vivencias, también formó una asociación.
—Sí, además de estar en Aprompsi, cuando mi hijo cumplió 18 años, en el año 1987, fundé la Asociación de Padres de Usuarios y Antiguos Usuarios del Centro Ocupacional de Discapacitados Psíquicos de Jaén, Apuca. Llevé las riendas durante diez años, pero ya lo dejé porque, para mi edad, ya eran demasiadas cargas. Aún funciona y tiene unos 60 socios.
—¿Le dedica mucho tiempo a escribir?
—No. Normalmente, cuando se me ocurre algo, lo voy anotando. Cada día, por la mañana, salgo con mi esposa a hacer la compra, vamos a misa a darle gracias a Dios por lo bien que estoy a mis ochenta años. Después, le ayudo en casa un rato. Después, vuelvo a bajar a por el periódico, voy a ver a mis hermanas y me doy un paseo. Ya cuando llega el mediodía, algunas veces aprovecho para ponerme a escribir. Pienso que para hacerlo lo único que hace falta es eso, ponerse a trabajar y así salen las cosas. Y no me canso de escribir.
—Además de Apuca, también está vinculado a otros colectivos sociales.
—Pues sí. Cuando cumplí los 65 años, fui uno de los fundadores, junto con Enrique Pulido la Asociación de Agentes Comerciales Veteranos, Veaco, de la que sigo siendo tesorero. También, desde el año 50, formo parte de la ANE, Adoración Nocturna Española. En este sentido, fui durante unos dieciséis años secretario diocesano. Además, formo parte de la parroquia de Cristo Rey. Durante algunos años, estuve en la junta directiva de la Asociación de Vecinos San Eufrasio, de Las Protegidas, barrio en el que vivo desde un año después de casarme. Lo dejé, al igual que la presidencia de Apuca, porque ya no podía abarcar tanto.
—Además de la literatura, ¿tiene otras aficiones?
—Siempre me ha gustado mucho el deporte, sobre todo, el tenis y el fútbol. He practicado mucho tenis. De hecho, a los 70 años, ya decidí dejarlo porque se me pasó por la cabeza que podía afectarme mucho una caída de espaldas, muy frecuente en este deporte.
—Su último libro se llama “Mi viejo Jaén”. ¿De qué habla en él?
—Es la historia reciente de Jaén vista a través de mis ojos. De hecho, comienza desde que yo tengo mis primeros recuerdos, en torno al periodo que va de 1932 a 1936. Hablo de cada barrio y sus rincones. Son básicamente mis recuerdos, pero intento no hablar de mí, sino de Jaén. Solo las últimas páginas del libro están dedicadas a unas pinceladas biográficas.
—¿Tiene ya en mente algún nuevo proyecto literario?
—Me gustaría preparar una publicación sobre las almazaras de la provincia, desde una perspectiva histórica. En él, hablaría sobre cómo ha cambiado el proceso de elaboración del aceite de oliva en los últimos años. Por el momento, estoy recopilando información.