Jardineros acróbatas acicalan la Catedral

Jardineros acróbatas que se deslizan hacia arriba cuales salamanquesas. Artistas de la escalada fina, la que gusta de la majestuosidad de una catedral. La torre derecha del templo jiennense, que se acicala para su candidatura a Patrimonio de Humanidad, recibe la visita de tres artesanos de las alturas de la empresa jiennense Vertikaless: José Martínez, jefe de producción; Gonzalo De Berllar, técnico en altura, y Alejandro Ravojc, jefe de operaciones, eliminan, concienzudamente, los matojos que le salieron a la piedra con el tiempo.

13 may 2014 / 22:00 H.


A merced de la ley de la gravedad, sostenidos por cuerdas y arnés, los especialistas cortan la maleza a unos sesenta metros del suelo. “Hemos quitado hasta arbolitos de higueras con un tronco de unos tres centímetros de diámetro. Hay que eliminar los matojos desde la raíz para evitar que vuelvan a crecer. De todos modos, queda mucho por quitar”, explica el jefe de operaciones. Con tijeras de podar en mano, los “rastreadores” de la obra maestra de Vandelvira no solo se topan con variedades salvajes de flora, ya que a su “paso escalador” hallan restos de la fauna característica de la zona: palomas, grajas, cadáveres de aves y los excrementos que dejaron en vida. Y es que hace muchos años que estas intimidades del monumento no son visitadas por un humano.


Receloso a la hora de detallar su técnica de ascenso y de anclaje, Alejandro Ravojc solo se atreve a definirla como “escalada artificial”. Desde abajo, quienes los contemplan con un amplio movimiento de la barbilla hacia arriba, pueden apreciar la agilidad y dominio de los desplazamientos. “Son unas técnicas de escalada que requieren de una formación especial, conocida como irata”, explica el jefe de operaciones. “Es de las más duras que existen internacionalmente, por eso la aplicamos para estos trabajos”, apunta Ravojc, para añadir que su equipo está, precisamente, especializado en rehabilitación de fachadas con un valor histórico.


Saltan y voletean como mariposas en plena efervescencia primaveral, mientras los matojos descienden a su antojo. Sin embargo, asegurar el anclaje en el culmen de la torre no fue un “coser y cantar” precisamente. “Primero, llegamos a lo más alto de la cúpula, hasta la parte interior de la bóveda superficial, que está a unos sesenta metros de altura. Luego, con la escalada artificial subimos unos doce metros hasta la base cupular”, apunta el especialista, para continuar con la maniobra: “Desde un ventanuco lateral salimos al exterior y, con la cuerda, llegamos hasta el tope de la bóveda, la base de la cruz”, detalla Ravojc. Una vez en el punto más alto, los especialistas equipan la zona para poner las cuerdas y descender a las ventanas de los laterales. “Lo hacemos así pues la cúpula está apoyada sobre un octógono, en cada ventana hay un escudo que se va limpiando”.


A pesar de que es un trabajo que exige una altísima formación técnica y física, así como contar con los medios materiales, Ravojc confiesa que no deja de ser “impresionante”. “Es una altura considerable, pero solo por las vistas merece la pena”, dice el especialista, para valorar la iniciativa de Círculo Ánimas, la Diputación y el Cabildo. Un respaldo, a vista de pájaro, de quienes limpiarán durante tres semanas las torres y fachada principal de la Catedral.