Inmigrantes duermen aún en la calle a la espera del tajo que no llega
Luisa Moral / Jaén
Las calles de la ciudad siguen siendo un inmenso “albergue” donde decenas de inmigrantes pasan toda la noche a la intemperie o bien resguardados en cualquier cajero de banco o bajo la lonja de un edificio. El drama se ceba con las calles de Jaén.
Cuando cae la noche, son decenas de inmigrantes los que pululan por las aceras, arrastrando un cartón o, en el mejor de los casos, una manta. Para nadie es noticia que la provincia se ha visto desbordada, durante estas últimas semanas, por la avalancha de temporeros que no encuentran un tajo en la aceituna en el que trabajar. Pero ni todos los medios puestos a disposición de la causa, han

Las calles de la ciudad siguen siendo un inmenso “albergue” donde decenas de inmigrantes pasan toda la noche a la intemperie o bien resguardados en cualquier cajero de banco o bajo la lonja de un edificio. El drama se ceba con las calles de Jaén.
Cuando cae la noche, son decenas de inmigrantes los que pululan por las aceras, arrastrando un cartón o, en el mejor de los casos, una manta. Para nadie es noticia que la provincia se ha visto desbordada, durante estas últimas semanas, por la avalancha de temporeros que no encuentran un tajo en la aceituna en el que trabajar. Pero ni todos los medios puestos a disposición de la causa, han
paliado la falta de recursos para poder atenderlos. Los cajeros del Paseo de la Estación siguen siendo “unos albergues improvisados” donde se cobijan varias personas convertidos en bultos envueltos en capas de ropa que no consiguen paliar el frío de estas últimas noches.
A las puertas del albergue el panorama no es mucho mejor. Decenas de personas se agolpan en la lonja contigua para pasar la noche al calor de una hoguera y el abrigo de algunas mantas, la mayor parte de ellas repartidas por los voluntarios de Cruz Roja que recorren la ciudad de noche, hasta la una de la mañana.
Bakary Balde es uno de los muchos nombres de la miseria. Cuando se cubre con sus mantas es un bulto más en un enorme cajero del Paseo de La Estación. Debajo hay una historia, la de un joven que llegó hace cuatro años desde Senegal para malvivir en España. Viaja sólo y hace cinco meses que no encuentra trabajo. “Vengo de Lleida. Allí tengo un compañero que encontró trabajo. Ahora tiene una casa”, explica con el poco español que sabe hablar. Lleva en Jaén cinco días y la de ayer fue la primera noche que pasó en la calle. “Ya he estado tres días en el albergue”, cuenta. Ese es el número máximo de jornadas que pueden pasar en él. En el bolsillo de la chaqueta guarda su bien más preciado, un carnet blanco y rojo con el que puede demostrar que está en España de forma legal.
“Cuando llegué a España abrí una cuenta en el banco para ahorrar dinero y volver a mi país”. Paradojas de la vida, ahora duerme en un cajero. “Quiero volver a Senegal, pero allí tampoco tengo un trabajo así que seguiré aquí”. Ayer se marchó a Baeza para seguir probando suerte. Suerte, esa es la palabra. “Si tienes suerte bien, si no hay que seguir buscando”, explica.