¡Viva Nuestro Padre Jesús!

Inmaculada Espinilla
Alas doce y media de la noche la Plaza de Santa María era ya una auténtica piña humana. Los jiennenses esperaban con paciencia ver, de nuevo, a Nuestro Padre Jesús reencontrarse con su pueblo. Pero antes de que la Puerta del Perdón abriera sus puertas y El Abuelo mirase a Jaén al compás del Himno de España, el interior de la Catedral parece una pequeña ciudad, en la que todo el mundo busca su sitio con un único objetivo: que la estación de penitencia esté a la altura de la fe y el cariño demostrado. Y todo, en medio de un impresionante silencio.

    10 abr 2009 / 16:09 H.

    En el seno del templo catedralicio, la junta de Gobierno de la Cofradía realiza una última reunión, la más importante de todas: la que decide si Jesús sale al encuentro de sus fieles. Es difícil. Se trata, no sólo del trabajo de todo un año, sino de la ilusión de una ciudad que ansía ver el rostro de su Señor. La predicción meteorológica no ofrecía garantías, pero se quería salir, Nuestro Padre Jesús quería estar con su gente. Al final, la tranquilidad  imperó y la espléndida luna llena parecía interceder también desde lo alto.
    El temor no desanimaba y en el interior de la Catedral se trabajaba como si mil estrellas alumbraran el cielo.  No sólo estaban los miembros de la cofradía, sino invitados y las dos mil personas que salían en procesión.  A pesar del ritmo vertiginoso, hubo tiempo para recibir dos visitas especiales. La primera fue la del obispo, Ramón del Hoyo. Pocos minutos después, entró la alcaldesa, Carmen Peñalver.
    Las preparaciones proseguían y, aunque la preocupación se percibía en los que estaban en el interior del templo, los sólidos muros de la Catedral no fueron suficiente para acallar los gritos de apoyo que llegaban desde fuera. Se escucharon con total nitidez las frases que cada año recobran una emoción renovada: “Viva Nuestro Padre Jesús”, “Viva El Abuelo”. Por fin, el reloj marcó las dos menos veinte de la madrugada y llegó la primera “levantá”, en una de las naves del templo.
    Nuestro Padre Jesús recorrió los cuatrocientos metros que le separan de la Puerta del Perdón y se detuvo antes de salir. En la Catedral, todo era emoción, ilusión contenida y fervor. En la calle, por el contrario, las palmas y aplausos cada vez eran más constantes. Y los vítores eran, cada vez, más altos. Como pocas veces, Jaén se unió en una sola voz y en una sola oración. Todos querían ver a El Abuelo, sentirle procesionar por las calles de su ciudad.
    La última lenvantá, antes de atravesar la Puerta del Perdón, la hizo la alcaldesa: “Por vosotros, por vuestras familias, por la ciudad de Jaén, ¡Viva Nuestro Padre Jesús! Y el primer turno de costaleros, al unísono, respondió: “¡Viva!”. Después, luces apagadas y lluvia de pétalos desde los balcones catedralicios para abrazar a El Abuelo.