¿Se acabó la Navidad?

Blas Molina Cantero desde Beas de Segura. Frecuentemente, pienso que alguno nosotros somos como el pobre muchacho de aquel día de Navidad, que se sentaba a lo largo del camino jugando en el sucio lodo. El rey de la tierra que pasaba por allí preguntó al muchacho qué hacia él tan lejos de su país, ¿saben tus padres que estás aquí?

    11 ene 2013 / 16:14 H.

    El pobre muchacho contestó: Señor, yo no tengo padres ellos murieron en un accidente, el rey entristecido le volvió a preguntar: ¿Quién es tu tutor?, el muchacho respondió: “Yo no tengo tutor señor, no tengo a nadie, vivo solo, en campo abierto, lo mismo me albergo en una cueva que en cualquier cobertizo.” El rey entonces conmovido, preguntó al muchacho si a él le gustaría tener ropas buenas, bonitas y limpias para vestir y un lugar donde vivir. El muchacho, le contestó, que quien podría hacer eso con él, si nadie le consideraba, si nadie se preocupaba por él, además, ¿quién querría hacer eso por él, si nadie le amaba? El rey entonces contestó: “Yo quiero que vengas a vivir conmigo como mi hijo”. El muchacho se abrumó y le preguntó, para eso tendría que hacer muchas cosas antes como darme un baño, adecentarme, para ser su hijo, a lo que el rey contestó: Nadie tiene que darse un baño ni adecentarse, ni hacer nada especial para ser mi hijo. Entonces el muchacho tomó la mano que el rey le alargaba y mirándole a los ojos, con reverencia decidió ir con el para ser su hijo. Cuando entraron al palacio, el rey pidió al servicio que atendieran todas las necesidades del muchacho, prepararan un baño caliente, le vistieran de ropas propias de haber elevado al mendigo a la categoría de hijo, le pusieran un anillo en su dedo, y fuera tratado con rango de príncipe. El muchacho dijo: “Espere un minuto usted me dijo que yo no tenía que tomar un baño ni ponerme ropas limpias, ni adecentarme para ser su hijo”. El rey le contestó: “Cierto, pero ahora que ya eres mi hijo y te he hecho heredero de mi paraíso, quiero que te veas como tal”. Hoy pensando en este hecho he reparado que frecuentemente en nuestro caminar, muchas veces, algunos no reflejamos que somos hijos del rey de reyes y señor de señores. Se nos han acabado las fiestas de Navidad, pero podemos hacer que hoy comience la verdadera Navidad en nuestra vida y comencemos algunos a comportarnos como verdaderos hijos del rey de reyes y esto no tiene nada que ver con nuestras riquezas ni posesiones, en esta tierra, por la que circunstancialmente tenemos que transitar, a la que nada traemos ni nada nos llevamos, si no con nuestra conducta. Y en relación con lo anterior, copiaros a continuación un breve pasaje del apóstol Pedro en su primera carta universal capítulo 1:3-9 en versión parafraseada, donde me he apoyado para escribiros esta historia que no es si no la propia nuestra. Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En su gran perdón nos ha dado nuevo nacimiento y una esperanza viva mediante la Resurrección de Jesucristo y en una herencia que jamás perece y que nadie puede estropear ni robar, es una herencia guardada en el cielo y mediante la fe podemos ser hijos de Dios guardado para la pronta venida del rey. Ahora, por él habernos aceptado como hijos, podemos regocijarnos. Hemos llegado a ser por la fe sus hijos para alabanza de su gloria. Aunque no le hayamos visto físicamente lo amamos. Sabemos que un día le veremos tal como él es y entonces nuestra alma quedará extasiada hasta la eternidad y solo le exaltaremos en agradecimiento. Sin embargo, mientras llega ese día, hoy caminemos como hijos del rey. Esta podría ser nuestra oración hoy: Señor, cuando no merecía ser aceptado por ti, tú me aceptaste. Cuando no merecía ser perdonado, tú me perdonaste. Cuando no merecía ser amado, tú me amaste y ahora por tu gracia soy hecho tu hijo. Por amor mi única respuesta hoy es: Vivir, caminar y hablar como tu hijo. Ayúdame a serte fiel y mantener mi condición acorde con la posición que me has dado. Amén.