ISABEL PÉREZ CASTILLO: "Es difícil no contagiarse de las emociones de los pacientes"

Pepi Galera
La Enfermería es una vocación que despertó en ella en sus primeros años de vida y llegar a desempeñar esta profesión fue el objetivo que marcó desde el inicio de su trayectoria académica. Ahora, a punto de cumplir 28 años y con un brillante expediente bajo del brazo, está volcada en desempeñar su trabajo en diferentes centros sanitarios de la capital y municipios del distrito de Jaén. Transmite pasión por lo que hace e inquietud por no quedarse estancada en una profesión que avanza cada día, lo que la mueve a seguir formándose. Joven, pero muy preparada y con las ideas claras, Isabel Pérez Castillo es un ejemplo de la nueva generación de profesionales sanitarios jiennenses que vienen pisando fuerte.

    21 feb 2010 / 10:30 H.

    —¿Esta es una profesión vocacional?
    —Para mí sí, aunque no en todos los casos. Recuerdo que cuando era pequeña ya sabía que me quería dedicar al mundo de la Sanidad. Cuando llegué al instituto, fue el momento en que descubrí que esta era la profesión que siempre me había gustado. De alguna forma, le puse nombre a lo que quería. Así, una vez terminado el Bachillerato, comencé la diplomatura en la Universidad de Jaén. Tuve el honor de entrar la primera en mi promoción y obtuve el mejor expediente. Aunque es motivo de orgullo, no me gusta presumir de ello. Incluso, muchos de mis conocidos se enterarán al leer esta entrevista. Cuando terminé, en 2003, se celebraba el décimo aniversario de la implantación de Enfermería en Jaén. Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía en ese momento, me entregó un premio como mejor expediente de las diez promociones de Enfermería que, hasta ese momento, habían pasado por la Universidad de Jaén. Cuando se celebró el acto, en el mes de noviembre, yo ya estaba trabajando en Valencia y no pude recogerlo. Fue mi madre quien lo hizo.
    —¿En qué lugares ha trabajado hasta el momento?
    —Mi primer destino fue el Hospital La Fe de Valencia, durante seis meses. Como mi objetivo era volver a Jaén, entré en la bolsa de trabajo. Unos meses después, comencé a encadenar unos contratos con otros hasta hoy, siete años después. Aquí en Jaén, he trabajado en los tres centros del Complejo Hospitalario y en casi todos los centros de salud, en Atención Primaria. También he hecho servicios en el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda y en el San Agustín de Linares, así como en centros de salud de municipios como Mengíbar y Villargordo, entre otros.
    —¿Qué problemas vive esta profesión en la actualidad?
    —Es bastante inestable, puesto que hay demasiados enfermeros para muy poca demanda. Esto hace que funcione a través de bolsas de trabajo, con las que un día estas en un centro de atención primaria, otro en un hospital y, al siguiente, en otro diferente. Los concursos de oposiciones para conseguir una plaza fija no tienen una determinada periodicidad y, a la hora de asignarlas, entre los méritos se valora mucho la experiencia. Así, tienes que estar mucho tiempo trabajando en bolsas de trabajo para optar, con alta probabilidad, a una plaza.   Por otra parte, en los contratos temporales, no se tiene en cuenta el perfil del profesional a la hora de ubicarlo en los diferentes servicios. En este sentido, sería muy beneficioso que se crearan especialidades, al igual que existen en Medicina. 
    —¿Qué es lo más gratificante de su labor?
    —Sin duda, ayudar a los que te necesitan y ser útil hace que te sientas realizada, ya que esta es una profesión que es muy vocacional. En mi caso, la Enfermería es lo que siempre me ha gustado y no me veo haciendo otra cosa. 
    —En su día a día, vive situaciones muy duras. ¿Le resulta complicado desconectar fuera del centro de salud? 
    —Aunque no siempre es fácil, es necesario. Desde el momento en el que entro en una consulta, dejo de lado mis preocupaciones personales para dedicar toda mi atención a los pacientes. De la misma forma, al terminar la jornada, es necesario no pensar en lo que has visto. Tenemos que adoptar una postura profesional y ser fuertes para no “contagiarnos” de las emociones de los pacientes, aunque no por ello el trato deba ser frío. Si no, no serviríamos para esto, aunque también es cierto que hay casos que te marcan.
    —¿Hay casos que la han dejado marcada o se le han quedado más grabados?
    —Hay muchos pero, por ejemplo, recuerdo las primeras veces que trabajé con niños con parálisis cerebral. Ellos son muy agradecidos, te hacen sentir bien, realizada, cuando los tratas, pero resulta duro pensar después, cuando llegas a casa, en su estado. También tengo clavado un caso que viví en maternidad. Una madre joven, que acababa de dar a luz, tenía dolores muy fuertes de espalda, sobre todo, mientras que daba el pecho al recién nacido. Cabía la posibilidad de aumentar los calmantes pero, para ello, debía dejar de amamantar a su hijo. Ella no quiso. Su diagnóstico no fue un simple dolor de espalda por el embarazo, si no un cáncer ya muy avanzado. Recuerdo estar cambiando los pañales al bebé, mientras pensaba en su madre y en su futuro. Un caso muy duro.
    —De medio a largo plazo, ¿cómo le gustaría encaminar su profesión?
    —Mi idea es seguir formándome. Después de terminar la diplomatura, ya hice un curso de Experto Universitario en Urgencias y Emergencias y, ahora, continúo con jornadas y cursillos de diferentes temáticas. Siempre surgen oportunidades para ampliar nuestra formación desde diferentes organizaciones, como el Colegio de Enfermería o los sindicatos. También, desde hace algunos años, se habla de que se van a implantar nuevas especialidades —por el momento sólo existe Salud Mental y Matrona—, por lo que no descarto hacer una. Pero eso es algo que tengo “aparcado” por el momento. De la misma forma, con la implantación del Grado de Enfermería del Espacio Europeo de Educación Superior, imagino que los que ya estamos diplomados tendremos que adaptar la titulación de alguna forma. 
    —Desde su punto de vista, ¿cómo tiene que ser un buen enfermero?
    —La vocación es fundamental. Después, es importante la empatía con el paciente, la responsabilidad, la seguridad en sí mismo y la formación constante.
    —¿Qué opina sobre que los enfermeros ya puedan prescribir medicamentos?
    —Aunque, por el momento, no es aún una realidad, creo que era algo necesario, que nos dará más autonomía para desenvolvernos mejor en nuestro ámbito. Me refiero más a productos sanitarios que se utilizan, por ejemplo en curas, que a fármacos. De esta manera, se agilizarán más los trámites. Al mismo tiempo, los enfermeros somos responsables de la administración de fármacos y estamos formados para ello. Creo que es una medida que supone un paso adelante.