Irma Soriano: “La ‘tele’ es mi verdadero amor y lo que da de comer a mis hijos ”

En el mundo taurino, y en otros órdenes profesionales, la pregunta del millón es si el torero nace o se hace. Pero como de casta le viene al galgo, en el caso de Irma Soriano Bolívar su sueño con ser periodista y trabajar en la radio y la televisión le viene de su infancia en Andújar. La familia vivía entonces en uno de los pisos de la SAFA y, ella, con un pequeño bolo de plástico y una cuerda del tendedero, fabricó un micrófono para reproducir los anuncios que oía en la radio y la televisión o, directamente, se inventaba el producto y sus virtudes. Como su prematuro camino hacia la comunicación de masas quedó claro, comenzó a trabajar en la radio y, más tarde, en la televisión. Lo hizo en Radio Jaén, donde su padre, Juan Soriano Urbano, era director de administración, y después, en 1984, en Radio Madrid, junto a Iñaki Gabilondo. Pero su éxito fue llegar a convertirse en una “Chica Hermida”.

04 oct 2015 / 08:51 H.



—¿De dónde le viene el nombre de Irma, pues no es muy habitual?  
—Cuando empecé en la radio me presentaba como Inmaculada Soriano Bolívar y parecía el nombre de un guardia civil. Un tío mío que vivía en Madrid siempre me llamaba Inma o Irma. Consideré que mi nombre era demasiado largo y nada artístico. Irma me gustaba más. Esa fue la razón: me acordé de mi tío y me puse Irma y hasta hoy.

—Recuerda también a la película “Irma la dulce”, de Billy Wilder.   
—Sí, pero esa es otra historia.

—Es una larga trayectoria la suya en la televisión. ¿Qué opina de la televisión que se hace hoy?
—No la voy a criticar porque da de comer a mis hijos. Después de tanto tiempo de profesión, es mi verdadero amor. Siempre me ha mimado mucho, me ha cuidado y me ha dado muchas oportunidades. Ahora hay más canales. Espero que las televisiones hagan más programación y no tantos episodios que están más que amortizados, que dén más puestos de trabajo. Veo la televisión, en general, un poco rara, extraña. Antes había unos criterios más claros y, ahora, no.

—Ante tanta oferta, siempre le queda al espectador la posibilidad de elegir lo que considere más oportuno. Como se suele decir: para gustos, colores.  
—Siempre he dicho que el mando a distancia es lo más democrático que hay. Antes solo había una tele, pero ahora, por lo general, en las casas suelen haber dos y cada uno ve lo que quiere. Uno ve un programa porque le gusta, porque le interesa lo que se cuenta o porque le hace olvidar que no tiene para llegar a fin de mes. La tele distrae, entretiene y también informa. Las teles privadas están en su derecho de poder hacer lo que quieran y como quieran. Las públicas se deben más a una gente, el contribuyente, que es el que la paga, y tienen la obligación de ser un servicio público. Pero, unas veces lo hacen y otras no. Hay programas que los quitan enseguida porque no funcionan y otros que, aunque no funcionen, siguen emitiéndose.

—¿Qué echa de menos en la televisión que se hace hoy?  
—Me gusta la televisión de divertimento. Me gusta mucho la televisión amable. Si llevo a mi casa a una persona, es mi invitado y no lo ataco. Hay muchas tertulias de política, pero creo que debe de haber un poco de orden y de respeto. Hay programas en los que se falta mucho el respeto. Hay tanta gente que dice cada día lo mismo. Echo de menos una tele más amable. Recuerdo cuando empezó María Teresa o cuando Hermida hacía en Antena 3 su magacín sábado y domingo. Creo que deben de haber programas que sean para toda la familia, que sean amables y que hagan el programa para la gente, que invita a quedarse y no a que te echen. Quiero que me inviten a ver la tele, lo necesito. El televisor es un electrodoméstico y hay que pensar que hay personas que viven solas y la televisión tiene que ser una compañía amable. Hay imágenes como las de ese niño muerto en la playa. ¿Acaso no tiene derechos, aunque esté muerto? Lo malo hace más ruido que lo bueno, pero los buenos somos más, y me incluyo.

—¿Cómo le va la vida?  
—Necesito una ventanita. Tengo cuatro hijos y una vida. Tengo que cuidar de mi Irma Soriano, la Irma profesional, la Irma mamá, la Irma mujer. Pido trabajo. No estoy pidiendo enchufes ni que me regalen un piso en Marbella ni nada. Pido trabajo porque lo necesito. Solo necesito una ventanita y al medio al que me he ido, 13TV, es un pequeño tesoro. Todas las tardes presento un western. El mejor western de la tele está en 13TV y tiene muy buena audiencia. Ahí tengo una ventanita y eso es lo que yo quiero, mi ventanita. Yo, y mucha otra gente, tenemos nuestra experiencia y considero que debemos tener nuestro sitio.
 
—De sus cuatro hijos, tiene dos pequeños, una de 6 años y otro de 3, que requieren de una atención más especial. ¿Cómo compatibiliza su vida laboral con la familiar?  
—En mi casa siempre he tenido la suerte de tener a una persona, Alba Lidia, y ahora vamos a hacer juntas 20 años. Vino a mi casa desde Colombia y es una más de la familia. Si yo me iba a Andalucía a trabajar, o iba y venía cada día de Castilla-La Mancha, mi casa siempre funcionó perfectamente y yo estaba tranquila para poder irme y trabajar porque mis niños estaban bien cuidados. Si no tienes una organización que te dé confianza y cariño, es complicado, porque llegas tarde  a todos sitios y no estás centrada. Yo he tenido esa suerte con Alba.

—Ese es el sino del periodista. Nacen, horarios cruzados... y cuando se echan cuentas se han emancipado, sin apenas disfrutarlos.
—A mí me da mucha pena haber perdido muchos momentos con mi hija Triana por el trabajo. Pero tenía que ser así, porque lo hacía por ella y si lo dejara no hubiera estado bien, ni por ella ni por mi. Con Antonio ha pasado igual porque todos los días tenía el programa. Ahora tengo menos trabajo y hago cosas que antes no hacía. Mi hijo pequeño, que tiene 3 años, fue prematuro y hay veces que me dice “mamá” y me sube la falda y se pone en la tripa. Yo pienso: “Ese es el hervor que le quedaba por nacer antes de tiempo”. Con los pequeños tengo más tiempo y tengo que estar todo el rato pendiente. A los niños tienes que observarlos mucho. Eso es lo que, de verdad, más me gusta en la vida, observar a la gente. Antonio tiene 14 años y lleva cinco años dando clases de chino. Él trata de convencerme que es mejor que ese dinero de las clases se dedique a otra cosa. Y yo le digo: “Chino. Ya te darás cuenta en algún momento, pero estudia chino”. Con los pequeños hay que tener mucho cuidado porque el chico se trae a casa todos los virus.

—Se suele decir que las guarderías son una “fábrica” de virus.  
—Todos los trae a casa. Se le quita uno y trae otro. La mayor tiene 25 años y vive con su novio. Pero es mi niña de 25 años. Ella ya tiene los problemas que tengo yo. Problemas domésticos, económicos, familiares, personales... Ya es una mujer. Antonio, de 14, está en una edad difícil y todo el día tengo que estar: “Estudia... Ten cuidado”. Por eso, como digo, si tienes a alguien en casa que colabora hacemos las cosas al alimón. Y Alba está siempre, por tanto, la casa está tranquila y feliz.

—¿Qué relación mantiene con Jaén?  
—Mi madre vive en Jaén capital. Hubo un tiempo en que mis padres y mis hermanos, Jesús y Rafa, que es un poco más pequeño que yo, vivían en Jaén. Pero ahora Jesús vive en Huelva y Rafa entre Linares y Seseña por temas de trabajo, y mi madre se quedó solita en Jaén. También tenemos a Antonio Gómez, un cirujano que fue operando a mi padre de cáncer durante muchos años y a mí me quitó el tiroides. Siempre digo que Antonio es la mejor herencia que me ha dejado mi padre. Es como el tercer hermano. Mi relación con Jaén siempre es familiar y de emociones. En Andújar pasé mi primera infancia y fui muy feliz porque mis padres eran tan jóvenes, tan altos y tan guapos. Luego en Jaén tuvimos sonrisas y lágrimas, porque murió mi abuela, que era mi segunda madre y eran mis tiempos de rebeldía. Hice sufrir a mis padres porque me quería casar y me casé a los 18 años. Pero también en Jaén hubo muchas alegrías.