¿Qué fue del aceite de Miguel Ríos?
Inmaculada Espinilla La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Esta frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano describe a la perfección el alma de Mensajeros de la Paz.
Sus miembros son los “cazadores” de un mundo más justo, equitativo y solidario. Hace poco menos de un año, descubrieron que un nuevo caminante se sumaba a su labor. Una persona más añadía sus pasos en el recorrido hacia la luz que emanan las estrellas de la quimera. Se trata del cantante Miguel Ríos.
Puede que fuese una casualidad o, tal vez, una causalidad, pero lo cierto es que ocurrió. Diario JAEN —en el marco de los Premios Jiennenses del Año—otorgó al rockero el galardón “Jaén, mar de olivos” en su primera edición —patrocinado por la Asociación Provincial de Envasadores de Aceite (Apeva)—, que consistió en 135 litros de aceite. El granadino decidió que no se quedaría con el oro líquido, lo entregaría a Mensajeros de la Paz. ¿Qué ha pasado con ese aceite desde el 15 de junio del año pasado? El presidente de Edad Dorada-Mensajeros de la Paz Andalucía, Julio Millán, afirma: “Fue un detallazo que tuviera esa deferencia con nosotros. Nos llenó de alegría, ya que no tenía relación con nosotros. Pienso que en esto tuvo mucho que ver el director de Diario JAEN, Juan Espejo. Creo que movió los hilos por el cariño que nos tiene”.
Como en el mejor de los cuentos, la utopía estaba más cerca. Los 135 litros de oro líquido contribuirán a paliar necesidades básicas de personas más vulnerables. ¿Dónde fueron a parar? El aceite realizó un periplo con tres escalas y, para las dos últimas, había que cambiar de continente, cruzar el charco. Una parte se quedó en Madrid, concretamente, en el Comedor Infantil y en el Banco Solidario y, el resto, llegó a El Alto (Bolivia) y Puerto Príncipe (Haití). Tres destinos y un mismo sentimiento: Ayudar al que más lo necesita. “Mover el aceite a Suramérica es complicado. No están acostumbrados a este alimentos y te pueden poner problemas en los aeropuertos”, detalló Millán. A él no le pasó. Puede que la fuerza de la fe en el fin lo evitase. Y es que, desde su fundación en 1962, el objetivo de Mensajeros de la Paz es estar “allí donde haga falta”. No importa si se trata de España o cualquier país del mundo. Ejemplo de esto es Haití. Julio Millán llegó al país pocos días después de que el terremoto de 2010 destrozase el territorio. “Fuimos a ver qué podíamos hacer. Al entrar en Puerto Príncipe, vimos un colegio de las Hijas de la Caridad y les preguntamos”, recuerda. En dos años, la organización cuenta con un colegio —en colaboración de Bancomer, la Fundación del BBVA en México— que atiende a unos 300 niños al día y con un centro de día para mayores, lugar en el que se los acompaña y se les da terapia y, además, por la tarde, también acoge a niños para darle la merienda. El trabajo de Mensajeros de la Paz en la isla haitiana no acaba aquí, sino que ha ayudado a construir viviendas. Allí se quedó parte del aceite de Miguel Ríos, aunque fue la más pequeña. Otra de las escalas de la travesía fue Bolivia, concretamente, La Paz. Julio Millán y el representante de Mensajeros de la Paz en el país, Chelo Homero González, fueron los encargados de entregar el contigente.
“Es curioso, porque allí no es tan conocido el aceite. Utilizan otro tipo de grasas, pero, cualquier ayuda es bien recibida”, señala Millán. Pero en Bolivia y Haití disfrutaron del oro verde. Sus gentes conocieron un nuevo sabor y textura y, sobre todo, descubrieron que, a pesar de los miles de kilómetros de distancia, Jaén está allí y no los dejará solos. Lo mismo sucede en Madrid. A través del Banco Solidario se repartió aceite a familias con grandes necesidades. “La fuerza me viene de donde me viene. Mi Dios está a ras de suelo. Es de justicia y solidaridad”, cocluye Millán. Esa es la esencia de Mensajeros de la Paz: un deber solidario hacia los demás que hace que las distancias se vuelvan muy pequeñas o que las dificultades se salven cuando se trata de ayudar.