¿Objetos o personas humanas?
Juan Antonio Narváez Sánchez desde Úbeda. Hace años producía cierto estupor contemplar determinados anuncios en revistas o televisión en los que una mujer incitaba al consumo de productos de belleza, bebidas, coches y otros artículos que se consideraban imprescindibles para el recreo sensual del cuerpo. Se les denominaba entonces en un tono de rechazo: mujer-objeto.
El tiempo ha transcurrido y las casas comerciales y empresas publicitarias han abundado en el cuerpo humano, especialmente de mujeres, como un buen reclamo comercial. Y, además, ya no importa si vestidas o desnudas. Es un mutismo culpable el que cuando tanto se grita en defensa de la dignidad de la mujer y de su dignidad humana, se silencie tan clamorosamente este tema y se sigan permitiendo tal remedo publicitario. Pasamos, pues, de una extremada sensibilidad ante determinados temas feministas a una total y nefasta insensibilidad y desentendimiento ante la falta de respeto del cuerpo humano convirtiéndolo en objeto de placer, de reclamo sensual publicitario o de icono comercial. Naturalmente estos presupuestos se justifican bajo un pretendido uso de la libertad personal, siendo así que el Beato Juan Pablo II ya denunciaba que “una libertad que pretenda ser absoluta acaba por tratar el cuerpo humano como un ser en bruto, desprovisto de significado y de valores morales” Esta civilización posmoderna muestra una evidente flaqueza de voluntad en la lucha por la conquista de los derechos de la mujer al no sentirse perceptiblemente motivados en la transigencia por esta permisividad soslayada de la degradación de la mujer-objeto. Vuelve es escucharse el grito de Juan Pablo II en defensa de la mujer: “¡Cuántas mujeres han sido y son todavía más tenidas en cuenta por su aspecto físico que por su competencia, profesionalidad, capacidad intelectual, riqueza de su sensibilidad y, en definitiva, por la dignidad misma de su ser!”.