Intolerable acoso escolar

Algo no estamos haciendo bien. Se piden responsabilidades al director de un Centro de Educación Secundaria situado al sur de Madrid —curiosamente, llamado como nuestra capital de provincia, “Ciudad de Jaén”— porque la pasada semana se quitaba la vida una adolescente de dieciséis años tras sufrir acoso escolar. Esto, hoy día, debería ser inadmisible, ¿han pensado cómo debió de sentirse esa pobre criatura para tirarse por un sexto piso?, ¿en qué estado de desesperación se encontraría la joven que se despidió de sus amigos por “Whatsapp” con un escueto al tiempo que desesperanzador mensaje: “Estoy cansada de vivir”.

    29 may 2015 / 10:42 H.


    La crueldad infantil y juvenil, una vez más, hizo de las suyas. Simplemente, por ser distinta, por poseer una discapacidad motora fue el motivo para que sus padres hubieran denunciado previamente el sufrimiento que padecía la adolescente tras ser la burla de una serie de compañeros y de compañeras. ¡Debemos ser duros con el acoso! Unos y otros se pasan la pelota, ¡nos pasamos la pelota! Instituciones, administraciones, cargos, profesorado, padres y madres.
    No se pueden evadir responsabilidades, y menos si son tan sumamente graves como el acoso escolar, ahí debemos ser realmente estrictos, drásticos e intolerantes, mover y remover cielo y tierra, adoptar duras medidas disciplinarias, hay una víctima que se cansó de ser la cucaña de actuaciones maliciosas y se vio abocada a la desesperación. Lo mismo que la sociedad se ha ido concienciando sobre el maltrato hacia la mujer, aquí debemos seguir en la lucha por inculcar el mismo rechazo. La periodista de sucesos ya fallecida, Margarita Landi, siempre hablaba de esa crueldad que tienen y hemos tenido de chavales cuando nos percatábamos de que alguien era diferente, por la razón que fuere. Yo, como profesor, si hay algo que no admito en mis aulas, rechazo enérgicamente y repudio, es, precisamente, este tipo de actos que sacan lo peor del ser humano. Nadie, ni tan siquiera un niño, o una niña, tienen derecho a meterse con otros, hay que educar, por mucho que nos cueste, que un negro, un blanco, una china, gay o lesbiana tienen igual rango —a veces, superior— que el del acosador.