Internet y otros ingredientes

Sin un móvil en el bolsillo no somos nadie en la vida, tan movidita como ese cacharro sin alambres porque se los ha llevado el ladrón de cobre. Nunca el mundo estuvo tan intercomunicado, aunque tanta comunicación también tiene sus inconvenientes, faltaría menos. El insulto, la amenaza anónima, el ligue a distancia ligera de ropa interior, son la consecuencia para descubrir que la comunicación a través de las ondas puede ser un bien social o una maldición con rabo de diablo. No lo dudo. Me gusta el internet a la salsa verde. Me entusiasma el Facebook a la pimienta, así como la página “güel” al ajillo pastor. Me alimenta más cincuenta llamadas al día que las tostadas con ajo y un carajillo recién abiertos los ojos en el nuevo día. Me mola ir por la calle con el móvil pegado en la oreja y no me importa tropezar con una farola, aunque nos está bien empleado, por la sencilla razón de que no se puede estar hablando, ver y decir adiós a las personas al mismo tiempo. Ponga un móvil en su vida, ¡y un cuerno! Quien avisa no es traidor. Si no quieres ser atrapado por las patas como un chamarín, no te metas en las redes sociales.

    29 jul 2014 / 22:00 H.