Interior vigila a dos hombres presos en Jaén por “riesgo yihadista”
La amenaza yihaidista no entiende de fronteras ni, tampoco, de barrotes: tras las redes sociales, las cárceles se han convertido en un “entorno ideal” a la hora de reclutar a nuevos integristas radicales capaces de sembrar el terror.

Para ello, Interior puso en marcha un plan de seguimiento a presos islamistas. Una especie de “Gran Hermano” para vigilar a los reclusos que pueden convertirse en potenciales captadores o que son susceptibles de ser captados. Se trata de ponerles la lupa y clavarles mil ojos para evitar que los yihadistas radicalicen a otros internos para la causa.
Dos de esos reclusos bajo supervisión están cumpliendo condena en la prisión de Jaén. Se trata del argelino Abdel Ghani Zarrouri y del ceutí Ali Ahmed Navil. Ninguno de los dos es un yihadista declarado. Sin embargo, comparten conductas afines a este integrismo. Por ello, ambos están sometidos a un especial seguimiento por parte de los funcionarios que forman parte del servicio de control. Se vigila cómo se relacionan con otros presos, con sus visitas o con los funcionarios, qué pautas religiosas siguen, cómo visten o cómo mantienen sus celdas, entre otras cuestiones.
El más “conflictivo” es Zarrouri Abdel Ghani, de 54 años. En su juventud fue un delincuente de poca monta, que acumuló condenas por delitos menores. Sin embargo, en febrero de 2000, cometió un crimen en Málaga. Desde entonces cumple una condena de 23 años por asesinato. Se ha “radicalizado” durante su larga estancia en prisión. De ser un ladronzuelo ha pasado a ser un hombre muy religioso, proclive al fanatismo y, por lo tanto, a ser captado con facilidad por la “yihad”. “Es un tipo que ejerce cierta influencia sobre otros reclusos que son más manipulables”, explican funcionarios que han tratado con él en Jaén. “Va a su aire, evita relacionarse con otros internos, sobre todo si no son árabes, y es extremadamente cauteloso y puntilloso”, señalan otros vigilantes.
Zarrouri llegó a la cárcel jiennense en marzo desde el presidio de A Lama, en Pontevedra. Es su enésimo traslado. Su fama ya le precedía. En su historial cuenta con varias incidencias por no obedecer las órdenes de los funcionarios, amenazar a otros reclusos e, incluso, coaccionarlos y agredirlos. Su comportamiento violento contrasta con una volcada vocación religiosa. Cumple a rajatabla todos los preceptos del Islam, incluso los relacionados con la vestimenta. “Se pasa horas rezando y leyendo el Corán”, aseguran los funcionarios. En Jaén no ha protagonizado todavía incidente alguno.
El otro preso “de alta sensibilidad” y que también está bajo seguimiento es Alí Ahmed Navil. Español de Ceuta, está interno en el Módulo 5, con una condena de cuatro años y un mes por robo con violencia, lesiones y receptación. Con el tiempo entre rejas, fue afirmando sus convicciones religiosas, aunque presenta un perfil menos radical que Zarrouri. En teoría, debe salir en libertad antes de que concluya el año y, por eso, está incluido en el programa de seguimiento.