¡No hubo crimen de la enfermera!
Desde Jaén. Antonio José Porcuna Contreras
¡Cuántas noches sin dormir! ¡Cuántas lágrimas derramadas! ¡Cuántas flores que no llevaste para Antonia! Y cuántas conversaciones rotas entre amigos que te extrañaban. Silencio y llanto; amargura y dolor para tanta gente que te quiere, para esa madre que tú eres su único consuelo. ¡Yo siempre supe que eras culpable! Culpable por haber querido tanto. Culpable por no fallar a tu amada. Culpable por no gritar a los cielos lo que en la tierra tanto sufrías. Yo también soy culpable. Culpable por no sospechar tu dolor. Culpable por no compartir tu tristeza; y culpable por no entender tu tragedia.
¡Cuántas noches sin dormir! ¡Cuántas lágrimas derramadas! ¡Cuántas flores que no llevaste para Antonia! Y cuántas conversaciones rotas entre amigos que te extrañaban. Silencio y llanto; amargura y dolor para tanta gente que te quiere, para esa madre que tú eres su único consuelo. ¡Yo siempre supe que eras culpable! Culpable por haber querido tanto. Culpable por no fallar a tu amada. Culpable por no gritar a los cielos lo que en la tierra tanto sufrías. Yo también soy culpable. Culpable por no sospechar tu dolor. Culpable por no compartir tu tristeza; y culpable por no entender tu tragedia.
Tu delito es mi delito. El delito que tantos cometemos cuando callamos, cuando omitimos, cuando murmuramos a la espalda porque hoy has tenido un mal día, y otro mal día y otro. Señor juez, declare culpable a Jesús por exceso de amor a su esposa, por ser un hijo y hermano ejemplar, en el más amplio sentido de la palabra, por ser el mejor amigo que alguien pueda tener, por amar la vida por encima de todo. Y si este delito merece la cárcel, que Jesús cumpla condena. Me dicen que tu hermano ya no sonríe, que se olvidó de este mundo entre su mundo, que no sufre por no verte, que no llora por tu ausencia. Pero tú y yo sabemos que él te espera, que tu abrazo le hará sentir bien, le dará consuelo en su debilidad; y estoy casi seguro que dejará escapar alguna ligera sonrisa cuando te vea. Perdóname, amigo,si no supe ver más allá de mis papeles, si no aprendí más de la vida, si mi mano no pudo soportar tu caída. Perdóname, en fin, por callar en tu desdicha. ¡No hubo crimen de la enfermera! ¡No hubo delito, solo amor! Callad vuestras plumas y dejad que la memoria de Antonia viva tranquila en el corazón de quienes la amaron. Estas palabras que hoy te dedico no me pertenecen sino que surgen del sentimiento compartido de quienes te queremos.