¿No es mi sueño? ¡Pues dejadme soñar!

Felipe Manzano Badía desde Jaén. Anoche soñé que soñaba y soñaba que Gallardón me oía. Así es queridos lectores, anoche entre el juego de cama y creo que rozando el nuevo amanecer empecé a soñar algo como se suele decir sin sentido, pero bien se sabe como dijo Calderón que la vida es sueño y los sueños, sueños son.

    12 jun 2013 / 15:55 H.

    Todo empezaba soñando en el Madrid de hoy, una metrópoli tan cultural y castiza como indignada y reivindicadora últimamente y es que en Madrid todo tiene cabida. Soñaba que con motivo de ir a una “mani” aprovechaba el viaje y me daba un paseo por el Madrid castizo de las calles aledañas al Paseo de la Castellana, esas calles a veces olvidadas y sobre las que se reabre una y otra vez sus entrañas para poner cable sobre cable sin que se pongan de acuerdo los mandones y abrirlas de una sola vez cada cierto tiempo. (Ven, en eso nos parecemos en Jaén a la capital de España). En medio de ese Paseo se estaba montando un macro concierto con las mejores figuras del pop nacional e Internacional a modo del gran escenario que se monta para el Día de las Familias, algo típico en Madrid. Recuerdo de mi sueño cómo yo andaba por una callecita aledaña donde se ubicaban todos los riders del evento y las ancianas vecinas del lugar veían desde sus pequeñas ventanas de casas protegidas de mediados del siglo XX el acumulaero de cachivaches y la despreocupación de muchos estrellatos venidos a mas en mantener un mínimo de civismo pues todo estaba lleno de papeles y suciedades varias, a lo que se le sumaba la propia calle destrozada y olvidada, era como si reflejase la realidad de las dos Españas: una, alzada sobre la gran avenida de La Castellana y otra aledaña, de provincias con sus mismas necesidades pero descuidada en el trato y presencia. La madre del cordero llega cuando en mi sueño aparece en ese callejón el microbús del Ayuntamiento de Madrid con Gallardón a la cabeza embutido en su gabardina beis (ya lo sé, pero es mi sueño y en él, Gallardón sigue siendo sólo alcalde de la Villa). Recuerdo acto seguido como esas mismas señoras ya ancianas, canosas y con la desazón de no tener pensión suficiente para ir al tinte, le recriminaban con la soltura de un yayo flauta criado en Lavapiés el estado de incuria de la vía. Y viéndose el señor alcalde en la tesitura de tal despropósito y rodeado de medios se alzó cual Cid en sensible campaña de dar remedio al desbarro. Recuerdo que daba a sus acólitos instrucciones de limpiar la era si bien al no poder contratar más barrenderos al efecto la congoja le llevaba a ver, al igual que yo y desde mi sueño, las caras desesperanzadas de una vecindad incomprendida y en sentimiento vapuleada por el poder. Así es queridos lectores como en un sorprendente ejercicio de responsabilidad democrática y al escuchar una voz anciana que decía: —¡Si esto entre diez se limpia en un momento!— el apuesto alcalde se postula como hacedor de bienes y sacando su cartera indica: —¡Comprad escobas y badiles! Pero esto lo pagamos de mi bolsillo—. Y en un momento el frenesí: Todos los acólitos y allegados técnicos sacando sus billetes a cada cual mayor y más solidario para la causa y que el jefe lo viera. En mi sueño, yo recuerdo que decía: —¡Aquí mismo, compremos aquí!— un chino del tipo Hiper-Usera del que sus empleados con los típicos rasgos orientales y un acento castellano que echa para atrás se deshacían en sacar un saco entero de badiles y escobones. Del momento de furor recuerdo la gabardina beig a golpe de escoba como un torero recogiendo las cacotas y en un plis plas todo hecho y la comitiva aplaudida, y de remate de este sueño, dirigiéndome a la dependienta del bazar, una joven “china” le preguntaba yo si estaba todo bien pagado a lo cual ella me respondía con cara de gozada sorpresa: —¡Si, si, todo bien pagado, pero esto era lo último que me podía imaginar que pasara en mi país!— Y así es queridos lectores como terminaba mi sueño, y aunque por más que lo intentaba no podía re-engancharlo. Quizás es lo que tiene soñar pero, como ya dije, es mi sueño, así que, que no venga nadie a contarlo, que entonces no se haría realidad.