Ingenio contra la crisis para no perder las tradiciones

Pepi Galera
La Guardia de Jaén acaba de vivir sus fiestas de la Divina Pastora 2009. Música, atracciones infantiles, alumbrado, espectáculos taurinos y, sobre todo, buen ambiente han llenado cuatro días de programación. Son los “imprescindibles” de cualquier feria y se pueden disfrutar en las numerosas que se suceden durante los meses de verano por todos los rincones de la provincia. Sólo en el mes de agosto se cuentan casi una cuarentena.

    16 ago 2009 / 10:52 H.

    Todas tienen su propia personalidad pero es posible trazar, a través de una de ellas, la de La Guardia, una radiografía de esta tradición tan arraigada en los pueblos de Jaén. Y, en este retrato, en un año marcado por la crisis, los problemas económicos ocupan un lugar destacado. Quebraderos de cabeza con el presupuesto para los organizadores, recesión del consumo de los que se divierten y  dificultades para aquellos que necesitan, más que nunca, hacer negocio en esos días, son las tres caras que hay detrás de las jornadas de diversión y convivencia que son las fiestas patronales. 
    Los comercios y establecimientos hosteleros locales esperan la llegada de los días de feria para dar la bienvenida a los visitantes —muchos de ellos emigrantes que aprovechan estas fechas para volver a su tierra— para hacer algo de “negocio”. Años atrás, durante estos días, se “hacía el agosto”, ahora se conforman con darse un respiro e ingresar algo en sus cajas. “A la hora de comprar los productos, procuramos que todos los establecimientos del pueblo cojan su trozo de la tarta, es decir, equilibramos los encargos”, explica Jacinto Ibáñez, uno de los organizadores de la feria de día de La Guardia. “Es cuestión de no traer nada de fuera si hay en el pueblo”, añade. Aún así, muchos acusan la bajada de ingresos en sus negocios. “La gente que sale a divertirse se controla mucho en los gastos, no pueden gastarse el dinero que no tienen”, comenta un hostelero. Esta opinión es compartida por los feriantes, los que viven todo un año con lo que ingresan en verano. “Hemos tenido que mantener los precios del año pasado para que las ventas no caigan  y cubrir los gastos, que son muchos,”, denuncian. “Las tasas municipales son uno de los mayores agujeros. Es muy difícil recuperar en unos pocos días, cantidades que en las ferias más caras pueden superar los 5.000 euros”, añaden. 
    La contratación de músicos con menor caché ha sustituido en esta temporada los grandes conciertos de grupos y cantantes más conocidos de las programaciones, una de las actividades que absorbe mayor porcentaje de los presupuestos municipales dedicados las ferias estivales. En esta dirección apuntan ayuntamientos como el de Linares, en el que para la próxima Feria de San Agustín prefieren recortar el caché de los artistas que suban al escenario. “Es preferible esto a eliminar actividades”, matiza la concejal de Festejos, Macarena García. Opinión que siguen los ediles de municipios como Lahiguera y Villadompardo, entre otros. Con el fin de reducir también las partidas presupuestarias musicales también se ha optado por reducir el número de orquestas que actúan cada noche en las casetas municipales. Algo que se ha hecho, por ejemplo, en La Guardia. “Preferimos destinar parte de estas partidas a los conciertos de Pastora Soler y Fórmula V”, apunta el alcalde, Juan Morillo. “Además de la feria de día, estas actuaciones han sido muy bien acogidas por los vecinos, por lo que merecen la pena”, añade. La clave es para muchos ayuntamientos: “Ofrecer lo mismo, pero más barato”.
    Después de los conciertos, los festivales taurinos son la otra “cabeza de turco” de los recortes; novilladas y encierros se han caído directamente de los carteles o se ha reducido su número. Los fuegos artificiales, en otros casos, tampoco se han salvado. “Este año hemos reducido el gasto en el espectáculo piromusical entre unos 2.000 y 3.000 euros, pero es algo que no podemos eliminar”, explica el alcalde guardeño. 
    Otra de las formas de ahorrar de los ayuntamientos ha sido elegir alumbrados más “sobrios”. Así, se ha potenciado la organización de más concursos, deportes y actividades culturales, mucho más baratos, que mantengan la tradición. El lema es, sin duda, nada de derroches. “Hemos tratado de hacer unas fiestas asequibles para los ciudadanos. La comida y bebida en la feria de día ha sido gratuita, al igual que los conciertos y la entrada a la caseta municipal. Sólo había taquilla para el festival taurino, pero de la misma forma los precios eran populares, ya que se podía adquirir entradas anticipadas por dieciséis euros”, comenta Juan Morillo. “Ya estamos demasiado pendientes a diario de la crisis como para hacerlo también en los de nuestra feria”, sentencia.
    La crisis hace “tambalearse” a las ferias estivales pero, a pesar de ello, las ganas de disfrutar de vecinos y visitantes no faltan. Así, no se perderán, en cada rincón de la provincia, las largas noches de verbena tarareando y bailando los grandes éxitos de cada verano. A mal tiempo, buena cara, ya que no hay mal que cien años dure y la crisis no va a ser una excepción.

    El “motor” humano de una feria

    Son el “motor” que arranca y hace funcionar cada una de las ferias y fiestas que, estos días, se celebran por toda la provincia. Son músicos, animadores, feriantes, cocineros, limpiadores, electricistas y un sinfín más de profesionales que trabajan a la sombra de los alumbrados de colores que decoran las calles de cada pueblo. Están ahí “detrás” para que la gente se divierta, pero al mismo tiempo, son un negocio que, también en crisis, atraviesa una delicada situación. Impuestos municipales, facturas e inversiones no se equilibran con los ingresos de vecinos que “recortan” sus gastos en feria. “Sólo las tarifas de los ayuntamientos para instalar un puesto o atracción en una feria pueden oscilar entre los 300 y los 5.000 euros, gasto que hay que recuperar sin subir los precios para que la gente siga comprando”, explica un feriante. “Mucha gente cena antes de salir de casa o sólo pide una o dos raciones, al contrario que otros años, que consumían sin pensar en la cuenta”, destaca un restaurador. “Hace muchos años que no veía a padres llevarse a sus hijos llorando porque no les podían comprar un juguete o montarlos en las atracciones”, añade una feriante. A pesar de ello, son optimistas y confían en “salir de esta”, por lo que ponen toda su ilusión y esfuerzo para que todo salga perfecto.