Infructuosa búsqueda de fosas de brigadistas en Lopera

Los trabajos arqueológicos que se ejecutaron en busca de los restos de los combatientes de la XIV Brigada Internacional concluyen sin éxito. Estos voluntarios se enfrentaron durante la Batalla de Lopera, en diciembre de 1936, a las fuerzas nacionales. Sufrieron una severa derrota. La investigación estuvo dirigida por los arqueólogos Diego López Martínez, Eduardo Castilla Ruiz y Almudena Cruz Sutil. El grupo completó cuatro sondeos arqueológicos. El objetivo era revisar el lugar en el que se detectó una anomalía del terreno, en el transcurso de una prospección geofísica previa con radar y otros sistemas, a cargo del área de Geofísica Aplicada del Instituto Andaluz de Geofísica, de la Universidad de Granada.

05 jun 2014 / 22:00 H.


Se excavó una zona de 8 por 5 metros, a 1,70 metros de profundidad. Lamentablemente, la anomalía no se correspondía con los restos de una fosa, sino con una compactación distinta del sustrato geológico. Asimismo, muy cercano a él, se planteó otro sondeo, con resultados idénticos. Junto al barranco de Arroyo Saetal, continuaron los trabajos, con la apertura de una zanja de 3 por 2 metros. Finalmente, junto a un camino agrícola, en una ubicación en la que un vecino de Lopera recordaba que después de la guerra se localizaron dos cuerpos de combatientes. No se localizó resto alguno de huesos ni vestigios de la batalla.


No obstante, todavía se mantiene la línea de investigación abierta gracias a las noticias recopiladas por el loperano José de la Torre Barbosa, que participó en la recogida de cuerpos. Este tiene datos que apuntan a que hubo combatientes que fueron apilados y quemados con gasolina. Por ello, los resultados obtenidos no quieren decir, según los expertos, que los restos de estos quemaderos o enterramientos no se puedan encontrar en las inmediaciones dentro del contexto de la batalla. Los arqueólogos aseguran que la orografía del terreno es muy distinta a 1936, ya que, durante la contienda, ni siquiera había plantados los olivos que, actualmente, jalonan este vasto terreno. Su siembra implicó un gran movimiento de tierra.
El mismo Arroyo ha sufrido una drástica transformación desde aquella época hasta ahora, con un mayor tamaño y profundidad, de una manera espectacular, como reconocen los vecinos de la zona.