Infancia y sociedad
Como educador y ahora que está recientemente iniciado un nuevo curso escolar, no dejan de preocuparme las realidades que si no obstaculizan, no apoyan ni colaboran en la ardua misión que desarrollamos en los centros educativos maestros/as o profesores/as. Con lo que este cometido que, dicho sea de paso, desarrollo con vocación e ilusión maltrechas se vuelve por momentos una especie de guerra diaria y casi permanente contra los elementos de una sociedad cada vez más materialista, inmediata, egoísta, cansada y despreocupada. Intento ilustrar esta —podemos llamar— “hipótesis de trabajo” con algunos ejemplos. ¿Ustedes creen que ayuda a educar y enseñar a un niño (uso el genérico para evitar aburrirlos con el niño/a, alumno/a) el que haya no uno, sino varios programas de televisión cuyos protagonistas son pequeños en edad escolar, iniciado ya el curso, en horario de noche y hasta altas horas de la madrugada?
Me parece muy bien que haya lo que antes llamábamos “niños prodigio”, muchos de ellos con habilidades y capacidades aprendidas —poco naturales y espontáneas— Dios sabe cómo. Y que se muestren al resto. Por cierto, es que ahora son multitud y cada vez más jóvenes y pequeños. Pero lo que vengo a criticar es el momento y la hora de emisión. Sobre el contenido también habría mucho que hablar pero, como digo, siempre han existido Joselitos y Marisoles. Otro ejemplo. ¿No creen ustedes que se usa en exceso a la infancia para anuncios, reivindicaciones de los más variopintas y como escaparate para llamar la atención hacia diversas circunstancias y realidades del mundo adulto? Otro y de nuevo con el fútbol, ¿ayuda a la educación de un país todo lo que forma parte de un simple partido de fútbol?, ¿todos esos sentimientos extremos, esas expresiones y formas fuera de tono, esos sentimientos exagerados de cada encuentro?
El espacio no me da para más. Les invito a que observen a nuestro alrededor y piensen si ustedes fuesen educadores e intentaran, a diario, transmitir algo cuando la sociedad en la que se hallan valora y actúa justo al contrario.
Me parece muy bien que haya lo que antes llamábamos “niños prodigio”, muchos de ellos con habilidades y capacidades aprendidas —poco naturales y espontáneas— Dios sabe cómo. Y que se muestren al resto. Por cierto, es que ahora son multitud y cada vez más jóvenes y pequeños. Pero lo que vengo a criticar es el momento y la hora de emisión. Sobre el contenido también habría mucho que hablar pero, como digo, siempre han existido Joselitos y Marisoles. Otro ejemplo. ¿No creen ustedes que se usa en exceso a la infancia para anuncios, reivindicaciones de los más variopintas y como escaparate para llamar la atención hacia diversas circunstancias y realidades del mundo adulto? Otro y de nuevo con el fútbol, ¿ayuda a la educación de un país todo lo que forma parte de un simple partido de fútbol?, ¿todos esos sentimientos extremos, esas expresiones y formas fuera de tono, esos sentimientos exagerados de cada encuentro?
El espacio no me da para más. Les invito a que observen a nuestro alrededor y piensen si ustedes fuesen educadores e intentaran, a diario, transmitir algo cuando la sociedad en la que se hallan valora y actúa justo al contrario.