In memoriam

Cuando se quiere hacer ver que algo ha perdido su valor, que ya no tiene influencia alguna sobre el presente, se dice: eso es historia. Escribo un 9 de noviembre de 2011 al caer la tarde. Todos los 9 de noviembre y, sobre todo, la madrugada del día 10 me recojo. Es momento de conmemoración.

    11 nov 2011 / 10:10 H.

    Han pasado 73 años. Esa noche comenzó oficialmente el espanto. La maquinaria puesta en marcha mucho antes, bien engrasada y a punto, estalló en lo que conocemos como Kristallnacht, la noche de los cristales rotos. Un pogromo perfectamente organizado consiguió que decenas de miles de hogares y tiendas judíos fueran saqueados. Sus propietarios fueron acosados y apaleados. Al amanecer, 30.000 varones judíos de entre 16 y 60 años, fueron detenidos y encerrados en campos de concentración. Posteriormente, cuando los expertos de la maquinaria propagandística nazi analizaron el desarrollo del pogromo se sintieron profundamente insatisfechos. Los miembros del partido cumplieron impecablemente su papel de alborotadores espontáneos. Pero lo que se vendió como un estallido visceral del ciudadano alemán, no lo fue. Estos ciudadanos se limitaron a mirar con estupor, con miedo, con asombro. Pero en su gran mayoría, no participaron del aquelarre. Eso sí, la mayor parte inauguró una forma de mirar muy moderna, la mirada de la indiferencia. “Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia; lo contrario de la fe no es la herejía, sino la indiferencia; lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia”. Eli Wiesel dixit (judío, por cierto).
    Manuela Espigares es periodista