¡Música, maestro Quentin!

Como se esperan las fresas en primavera o la nieve en invierno, incluso, cuando tiene la propiedad de bloquearlo todo, con esa ilusión, mezcla de ansiedad y de expectación, se aguarda cada nueva película que filma el excéntrico y siempre genuino Quentin Tarantino. Por la violencia estética que caracteriza sus cintas, por la verborrea irónica e inteligente que despliegan personajes inolvidables, como 'Rosa' (Steve Buscemi) en Reservoir Dog o el criminal al que da vida Samuel L. Jackson, en ese film pop y rupturista que fue Pulp Fiction para la historia del cine hecho hasta 1994, cada cinta del norteamericano es como agua en el mes de mayo para las gargantas sedientas de ese vicio que es el séptimo arte.

    23 ene 2013 / 16:04 H.

     Y, concretamente, Django desencadenado, con su “d muda”, es agua del mejor manantial que ha manado el cerebro creativo de Tarantino desde la primera parte de Kill Bill.
    En la envidiable senda de la originalidad y del surrealismo que marca la filmografía del guionista de Amor a quemarropa, la película es un singular homenaje al spaghetti western homónimo con el que, en el año 1966, saltó a la fama Franco Nero. Un conocido y atractivo actor italiano que, 48 años después de aquel rodaje y de más de medio centenar de filmes a sus espaldas, desprende el mismo magnetismo de entonces en un cameo de apenas dos minutos que forma parte de una de las escenas más crudas y esclarecedoras del héroe sin cadenas de Tarantino.
    El Django del director de Malditos bastardos es un negro libre que lucha por rescatar a su amada en la América esclavista que alumbró a esa secta heredera de la Inquisición que fue el Ku Klux Klan. Un hombre sometido a la humillación y a las torturas que los “amos” de los estados que se encontraban al sur del Mississippi proferían a sus esclavos que recuperará la confianza necesaria para romper —siempre dentro del marco cinematográfico y ficticio que crea Tarantino— esquemas y cadenas gracias a la aportación de un aliado sin igual: un cazarrecompensas alemán, despiadado a la hora de asesinar a asaltadores de caravanas y criminales, pero de gran corazón y de personalidad estrafalaria al que interpreta el último actor fetiche de Tarantino, el sin par Christoph Walz.
    Con unos razonamientos extravagantes que alimentan al humor más corrosivo, el austríaco es el gran acierto de este Django desencadenado en el que un irreconocible Samuel L. Jackson, en el papel de negro sumiso y ruin, a los pies de un amo blanco, sanguinario y sin compasión (Leonardo DiCaprio) consigue sacar de sus casillas con su ilimitada mezquindad. Y, junto a él, y más allá de un gusto estético y de una precisión fílmica que se presuponen y que están garantizados en cualquier cinta de Tarantino, el ingrediente más sabroso de este Django del siglo XXI es la banda sonora que le da ritmo y que apuntala a una película divertida y crítica con una época de odios raciales de la que aún hay ejemplos repartidos por todo el planeta, que, como, en su momento, la Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia, debe analizarse como lo que es, una parodia de indudable sobresaliente.
    Por Nuria López Priego 

    Django desencadenado
    EE UU - Año: 2012 - Director: Quentin Tarantino               
    Protagonistas: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio