Imputados y ofendidos

Antes de intentar desearles la buenaventura de un año nuevo, me es imposible y muy a mi pesar,   descartar la idea, la oscura premonición, de que en los venideros meses estaremos el que más y el que menos incursos en algún proceso, los presuntos corruptos  estarán presuntamente imputados, y todos los demás sencillamente imputados o claramente imputados, la sospecha es incompatible con la evidencia. 

    03 ene 2012 / 11:51 H.

    Imputar, según la primera acepción que recoge el diccionario de la RAE es “atribuir a alguien la responsabilidad de un hecho reprobable”.  En consecuencia si los felones de lo que venimos en llamar economía no aparecen, si los pervertidores del mercado, que ya en su esencia es una forma de perversión aceptada, han hecho desaparecer astutamente el arma homicida, si los fantasmas financieros ululan ahora bajo tierra por tenebrosas galerías, en las tinieblas de sus mezquinos infiernos o en los confines de los paraísos fiscales, no surgen y se muestran con su nuevo esplendor y sus bolsas de mierda, es evidente que todos los imputados seremos nosotros, los que estamos a la vista, sin trinchera, porque de alguna manera hemos actuado en complicidad por pensamiento, obra u omisión con estas entidades de la sordidez. Con toda sinceridad,  esperaba opinar con cierta esperanza e inocular modestamente  algo de optimismo en este primer artículo de 2012, pero las noticias de fin año me han devuelto a las cloacas del pesimismo que al parecer se me está cronificando. Se entiende o se puede disculpar de alguna manera que el gobierno anterior quedara sorprendido por la manida crisis, noqueado, sin ideas, desnortado y sin saber transmitir confianza, pagando sobradamente su inoperancia en las urnas, pero lo que no se entiende es que el gobierno actual y absoluto, se supone que sabedor de la situación y de los errores cometidos, y que según relataron en sus campañas,  en posesión sino de formulas mágicas si innovadoras, de directrices firmes y meditadas, con alternativas de sólida cimentación, se nos ha revelado en los albores de su mandato portando en sus alforjas las mismas viandas descompuestas y aún más rancias  que las que llevaban sus predecesores. Entiendo pues, que solo cabe pensar dos cosas: o que han quedado también “sorprendidos”, o que presuntamente han engañado a sus votantes. Resumiendo, parece ser que vuelven a quedar imputados y pagando la fianza por adelantado, los funcionarios por su privilegio, los pensionistas por su pasividad, los inmigrantes porque están sobrando, los subvencionados por su indolencia, los trabajadores en general, por sus convenios y reivindicaciones desmesuradas, los jóvenes por su indignación y los parados por su triste y mala fortuna. Lo siento, tan solo me queda desearles buena salud.
    Juan del Carmen Expósito es funcionario