Impunidad

No diré yo aquello de que 'la Justicia es un cachondeo', no. Pero la sensación que algunos tenemos es que sirve de poco. O que sólo existe para los de abajo. Para usted, usted o para mí. Cierra los ojos, para unos; pero saca la espada inmisericorde, para otros. Y sobre todo, un ruego generalizado de no tener que recurrir a ella.

    18 nov 2013 / 11:28 H.

    Sabedores de los problemas que nos puede acarrear el recurrir a este pilar de la Democracia, cada vez más devaluado por el ciudadano.  En esta nuestra piel de toro, la impunidad está a la orden del día. Nuestro país no es un paraíso fiscal. Tampoco es una potencia petrolífera. Ni económica. Nos contentamos con ser del turismo. Pero sí que lo es —parece— para todo aquel que quiera ser impune. Que el gobierno actual no cumple con sus promesas electorales y engaña casi sistemáticamente, no pasa nada. Que el yerno del Rey ha estafado, engañado, aprovechado su estatus para negocios lucrativos y enriquecimiento fraudulento, tampoco pasa nada. Que a los funcionarios nos quitan las pagas extras, no pasa nada. Que la cifra de parados en España es alarmante, no pasa nada. Que algunos sindicalistas se han forrado a costa de los ERE, no pasa nada. Que nuestros jóvenes estudiantes se ven obligados a emigrar como en los años 60, no pasa nada. Que “¡por pocas!” les quitan las becas a los Erasmus y a las declaraciones del ministro las tildan de “basura” desde Bruselas, y aquí no dimite nadie. Que nos quitan derechos ciudadanos un día sí y otro también, tampoco pasa nada. Y ahora, viene otra impunidad lentamente preparada —la investigación del caso ha durado 10 años y 9 meses de juicio—. Con la viscosidad y negrura del chapapote: la sentencia del Prestige. Aquí no paga nadie, ni a Hacienda, ni a la Justicia. No hay responsables, no hay culpables, no hay actores,  ni principales, ni secundarios. Nadie tiene la valentía, coherencia y honorabilidad de dimitir si lo han “pillado” o lo hecho mal. Pero las consecuencias de sus actos sí que las pagamos siempre los mismos; los de abajo. “Un día los enanos, se levantarán contra Gulliver”, canta Sabina. Es la hora de los ciudadanos, que no podemos permitirnos el lujo de ser impunes. La ciudadanía suele ser tolerante. No indolente. Y cuando el vaso de la tolerancia, o el de la paciencia se les ha colmado, la Historia nos ha enseñado qué ocurre con dirigentes, gestores e impunes.
    Francisco José Campaña es maestro