Impresiones
Miguel Ángel López Hernández desde Baeza. Es una realidad innegable que son muchas las personas que tienen puesta la mirada en el cielo hilvanando cuando no punteando sus oraciones con el hilo de su desesperación, pues esta amenazadora lluvia, está inundando muchos lugares de nuestra provincia.
Decir queda que a unos pocos días de la Semana Santa, comentando esto y lo otro, con esa mixtura de lo que se dice y habla en las comidillas, aderezada de inquietud, con el acíbar de la impotencia junto a los posos de la exasperación sobre tal y cual pronóstico del tiempo, adjuntando también la preocupación fraguada tras el ingente gasto de dinero además de una considerable inversión de trabajo en equipo, vegeta la esperanza de una situación atmosférica tornadiza con eso de que la estación de la primavera está ya a las puertas, adhiriéndose así, esa típica evasión mental incluida de pensamientos plácidos y de ilusiones algodonadas sobre la ansiada e hipotética tregua de buen tiempo en nuestra Semana Mayor. Aunque en honor a la verdad, cierto es que “contra la naturaleza nada se puede, y que nunca llueve a gusto de todos”. No hagamos todavía cábalas tan a la ligera. En otro orden de cosas, me llena de alegría y de gozo la elección de Jorge Mario Bergoglio como el nuevo Papa Francisco. Ha tenido desde el principio una serie de gestos de humildad y de cercanía que han enfervorizado corazones y han aupado muchas esperanzas en un mundo este regido por el cálculo, por las injusticias, por el interés y por el abuso del capital.
Ha hablado de la defensa de los pobres y de los más desfavorecidos, sincerándose y arrodillándose ante el orbe. Creo pues que será un inolvidable papado. El Espíritu Santo nos ha obsequiado con su sapientísima elección.