Imploración tranviaria
El que avisa no es traidor y además si los avisos han sido reiterados y en los estilos en que mis dedos discurren por el teclado intentando trasladar los resultados de mis más que perfectas neuronas, será comprensible como al asomar la luz del nuevo día 7 de enero y tan solo leer unas cortas líneas, como siempre sobre el sistema tranviario, las lágrimas rodaron por mis mejillas y se depositaron en, como siempre, mis más que brillantes y acharolados zapatos.
¡Esto no lo puedo sentir! ¡Aunque nos quedemos sin tranvía! De ninguna de las maneras puedo permitir que este nuestro alcalde de Jaén y buen amigo, esté nada menos que ¡implorando! Que le den una solución para seguir con el problema. ¡Perdón, me equivoqué, es para terminar con algo en el que nunca se montará! ¿Pero consentir que esté pidiendo con ruegos y lágrimas? ¿Suplicar llorando para que las empresas entren por el aro que se les marque desde la alcaldía? Alcalde, eso no, eso jamás, ni como alcalde ni como amigo te lo puedo aconsejar ni permitir. Todo el día he estado preocupado por ese verbo en primera de Diario JAEN, no se puede llegar a tanto. ¿Que se funde una cofradía del santo y amarillo tranvía? No lo vería mal. ¿Que portases una cruz en Semana Santa en demanda de solución tranviaria?, vale. ¿Pero que, como alcalde y persona pidas con ruegos y lagrimas? Estamos llegando a lograr la universalidad de tranvía inamovible de Jaén. Yo, conociendo algo de la historia, me parto de risa, en serio.
Félix Martínez Cantos es escritor