02 jun 2015 / 15:18 H.
Desde siempre, todas las personas, en mayor o menor medida, han sentido esa inclinación —o deseo sexual desordenado— que es la lujuria. que si no se ataja y controla en sus inicios, son causa de inmoralidad, llegando a producir conductas patológicas que afectan no sólo a esa persona, también se manifiesta contra otras personas en delitos por violación, pedofilia, adulterio, prostitución, pornografía, etcétera. En todos los lugares y épocas, esta falta de control ha supuesto grandes desastres personales, familiares y sociales. Freud escribió que “el sexo no es una parte aislada de la vida, sino un aspecto de la totalidad”, podríamos decir que si rompemos sus piernas, sexualmente hablando, cojeará en todas las cosas. En la actualidad, las personas, frecuentemente, se ven presionadas y manipuladas por campañas publicitarias en televisiones, cine, prensa, internet, etcétera. Los anunciantes saben que un adicto tiene poca resistencia a hacer compras, también conocen que las personas compran “movidas” por la conspiración sexual. Según el profesor Kreeft, “La moral sexual cristiana, se basa en la naturaleza humana, con normas inmutables. De esta forma “no cometerás adulterio” en la moral, es como “no comerás alimentos con grasa” en una dieta, como “no mezclarás píldoras somníferas con alcohol” en medicina, una regla natural, no artificial. Nuestra sociedad, frecuentemente, tiende a tratar el sexo como al dinero, como un medio de intercambio de mero goce y de conveniencia. Esto significa que el sexo es tratado: Como un mero medio, no como un fin; y como un medio de cambio, no sólo como un medio de reproducción”.