¿Me pone un… móvil?
Tomar un café en compañía ya no resulta tan agradable debido a las nuevas tecnologías o, mejor dicho, al uso que hacemos de éstas. Y aunque no se debe generalizar y no es bueno hacerlo, la cuestión va de 'whatsapp'. Hemos asimilado los cambios que el presente nos va concediendo pero deberíamos aprender a utilizar estas herramientas de manera responsable porque al final, de un modo u otro, acabamos sustituyendo a las personas por máquinas.
Centrar la atención en diversos estímulos nos ocasiona estrés y puede que dejemos de lado algo que es primordial: las relaciones y el contacto directo a través de nuestros sentidos. Cierto es que los avances tecnológicos son beneficiosos y nos proporcionan ventanas abiertas al alcance de todos pero se debe medir su uso. Miguel de Cervantes en “El Quijote” escribía: “Amistades que son ciertas nadie las puede turbar” pero el soniquete de un móvil vibrando cada dos por tres turba a cualquiera y más cuando se pretende entablar una conversación con alguien que, por cumplir con todo, atiende a los estímulos que llaman su atención, entre ellos: el inquieto móvil. Sí, inquieto y sofisticado, por lo general y, a veces, un poco remolón, porque agota su batería, claro. Hemos ido acuñando términos, cada vez más, que tienen que ver con las tecnologías de la información y la comunicación pero no hemos reflexionado sobre el uso que hacemos de todo esto y es que “en ocasiones veo” miradas que valen más que mil palabras abreviadas en una pantalla de móvil.
Maestra
Rosario Sabariego