¿En qué momento se jodió esto?
En qué momento se jodió Perú?, se pregunta Vargas Llosa en una de sus novelas, publicada a finales de los 60. Algo parecido debemos estar preguntándonos millones de ciudadanos de Europa. Y muchos, muchos, en nuestro país, aunque todavía no alcancemos a ver la dimensión de lo que está ocurriendo. Porque los efectos del goteo incesante de medidas tomadas en los últimos meses, con la guinda del último Consejo de Ministros, no han hecho más que empezar a notarse.
Nos faltan seiscientos mil parados más, pagarnos las prótesis, los desplazamientos en ambulancia, que suba el IRPF otro poquito, que suba el IVA, que la repercusión de los recortes en sanidad y educación continúen mermando, junto a todo lo demás, la renta disponible para los afortunados que tenemos trabajo. Que se hunda definitivamente el consumo interno. A finales de año España no será el país que hemos conocido y que seguramente no volveremos a ver muchos de nosotros. Lo mismo que ocurre en otros países, por motivos distintos, aunque las razones de fondo sean las mismas. ¿En qué momento se jodió esto? Justo en aquel en que la Política, con mayúscula, perdió pié, cedió y permitió que el mundo se convirtiera en un gran casino. Las políticas de ajuste impuestas por “los mercados”, la consagración del déficit cero como mantra emanado desde Alemania son solo consecuencias. El problema es volver a embridar la Economía, ponerla al servicio de los ciudadanos, y no al revés. La fractura social que asoma se puede convertir en un elemento de desestabilización, por la derecha extrema o por la izquierda, debido al empobrecimiento galopante de millones de personas que rozan la marginalidad. Es un proceso ya vivido, con funestas consecuencias. Dos veces durante el siglo pasado. Desde Estados Unidos no cesan los avisos de que en Europa hemos equivocado el rumbo; desde prestigiosos economistas a miembros del Gobierno Obama. Hasta en el FMI, cuyas recetas fueron nefastas para América Latina durante décadas, parece que empiezan a dudar si no nos estarán ahogando a fuerza de ajustarnos tanto el traje. No hace mucho escribí en éste mismo espacio que el error fundamental de Rajoy era pensar que su sola presencia, exorcizaba todos los males. Esperemos que la socialdemocracia haya aprendido la lección y se desenganche del espejismo de la tercera vía. Esperemos que en Francia Hollande consiga ganar —porque el riesgo ya no es Sarkozy, es Le Pen— y se vislumbre otra forma de hacer las cosas, con el hombre como centro de actuación. Y esperemos, por fin, que cuando lleguen las próximas elecciones al Parlamento Europeo, los españoles seamos conscientes de cuanto se cuecen en Europa nuestros intereses y qué importante es que digamos, con nuestro voto, a donde queremos dirigirnos. Y quién queremos que nos dirija. Paco Zamora es empresario