“Iba borracho, me pegaron, saqué la navaja y él se pinchó”
Juan R. V. lleva casi un año en prisión. El 23 de agosto de 2014 se peleó en un bar de Jódar. El padre de la camarera que le puso las cervezas acabó en el hospital y él en el calabozo.

Desde entonces, está entre rejas. Ayer acudió esposado a la Audiencia Provincial a la vista de un juicio en el que casi va “a cara o cruz”. Si sale “cara”, el tribunal le aplicará un delito de lesiones y, con el tiempo que lleva en la cárcel, prácticamente saldrá en libertad. En cambio, si le toca “la cruz”, puede pasar seis año más en la prisión, ya que el Ministerio Fiscal le pide siete años de cárcel por un delito de homicidio en grado de tentativa.
Que la “moneda” caiga de un lado o del otro depende de pequeños detalles. Está claro que Juan R. V. llevaba la navaja y la sacó y que la víctima se llevó una puñalada que le hizo dos perforaciones en el intestino. Por eso, su defensa solicitó un delito de lesiones. Sin embargo, había que dirimir tres aspectos que son claves para la “cara” o la “cruz”. Por un lado, si existió voluntad de Juan R. V. de avalanzarse a la víctima para apuñalarlo o esto ocurrió como algo más de la pelea; si buscó una zona vital para causarle la muerte y, por último, si el acusado iba bebido, ya que le serviría como atenuante.
Juan R. V. dijo que estuvo de botellón y que consumió marihuana. Contó que estuvo de marcha desde las once de la mañana hasta que sucedieron los hechos. “Me quitaron la cerveza y me dijeron que me fuera. Me pegaron y me rompieron una botella en la cabeza. Me asusté, saqué una navaja y vino y se cayó encima y se la hincó”, explicó el procesado ante el tribunal. De esta manera, su declaración plasmaba que estaba ebrio, que no quiso hincarle la navaja, que se asustó y que, en ningún momento, buscó matarlo.
En cambio, el resto de los testigos señaló que lo sujetaba su sobrino, que se le escapó y que se fue para la víctima dándole una puñalada. “Yo bajé al bar porque me dijo mi hija que se estaban metiendo con ella. Fue con la navaja a por ella, me puse en medio y me dio a mí”, narró la víctima. Otros dos testigos dijeron algo parecido —que se escapó mientras que lo cogía su sobrino y que lo apuñaló—, mientras que su familiar explicó que él solo lo sujetaba porque quería llevarlo a la casa para que no le pegaran más. Los forenses indicaron que la herida fue grave y que podría haber muerto si no hubiera sido intervenido con rapidez. El fiscal mantuvo la solicitud para condenarlo por homicidio en grado de tentativa, mientras que la defensa pidió la libre absolución o la condena por un delito de lesiones. Existe una gran diferencia entre una condena u otra, por lo que la sentencia será determinante para Juan R. V., que volvió al centro penitenciario. Ahora, solo queda ver qué ocurre con la “moneda” porque marcará los próximos años del procesado. De lesiones a homicidio hay un trecho.
Pío Aguirre se puso muy serio
Hubo un testigo que dijo que cuando llegó la víctima ya estaba apuñalada y que el acusado estaba allí. Cuando le preguntaron qué había visto, dijo que eso. Sin embargo, el fiscal cogió las diligencias y le recordó que en el Juzgado de Instrucción declaró que sí había visto el momento del apuñalamiento.
Entonces, el presidente del tribunal, Pío Aguirre Zamorano, se puso muy serio. Le recordó que estaba bajo juramento y que mentir ante la Justicia, cuando acudía como testigo, era constitutivo de un delito con penas de prisión. El testigo no lo pasó nada bien e intentó salir del trance con una cosa intermedia entre lo que dijo antes y había explicado ahora. Pasó un rato muy malo.