Hoy, once de mes

Desde Jaén. Siete dolores de la Virgen, o más comúnmente Viernes de Dolores, ya que al estar dedicada la Semana Santa totalmente a la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús y excluir la liturgia cualesquiera otra fiesta o conmemoración, el Papa Inocencio XI, en 1688 la fijó el viernes anterior al Domingo de Ramos. Es el recuerdo de los atroces sufrimientos que oprimieron el corazón de María en los días de la Pasión. Cabría preguntarse ¿era necesario o había motivos que exigían que la Virgen Santísima participase de “hecho” en la Pasión de su Hijo? Para que María sea completamente nuestra Madre, es menester que suba al Calvario con su Hijo, que tenga su parte única en la Pasión del Redentor de los hombres. La maternidad espiritual de María ha de tener su consumación, necesariamente, al pie de la Cruz, en que Jesús nos rescata y nos vivifica con su sangre. Una de las razones fundamentales que reclaman la presencia de María Santísima en el Calvario es la de la redención, que debe ser, según el plan divino, el desquite del drama del Paraíso terrenal. El nuevo Adán es Jesús, el Salvador; también está el árbol: la Cruz; falta, pues, que la mujer también esté presente y esa es María que participa de la obediencia, de los dolores y de las humillaciones de Cristo. Ella, que ha sentido el gozo de ver a su Hijo aclamado por la multitud en su entrada en Jerusalén, ve dolorida como en el prendimiento y demás escenas de la Pasión su hijo, Jesucristo, es abandonado de la práctica totalidad de los que antes le aclamaban; ve, transida de dolor como Pedro lo ha negado tres veces; contempla con el corazón destrozado como la multitud prefiere la libertad de un asesino, Barrabás, a la de su Divino Hijo; sigue dolorosa el camino del Gólgota y asiste desfallecida a la crucifixión y muerte del Redentor y aunque espera y cree en su Resurrección cree morir Ella misma de dolor. Es en esos últimos momentos cuando Jesús “he ahí a tu hijo”, señalando a Juan, el único discípulo que no lo ha abandonado, le encarga ser la Madre espiritual del género humano, la mediadora entre Dios y los hombres. Tengamos presente en esta Semana Santa, a esa Madre, a la Virgen Santísima, cuyo corazón va desde la Paz y la Esperanza, sirviéndonos de guía con la luz de esa Estrella que todo lo ilumina, y unámonos a Ella en la profunda herida de la “espada que le atravesará el corazón”, según le predijo el anciano Simeón, para cantar con Ella, después de todo este calvario, la Victoria, al llegar el momento glorioso de la Resurrección. Con esta fecha, once de mes, la Cofradía de la Virgen de la Capilla reabre el Museo de la Virgen, que se podrá visitar esta tarde y todos los sábados, o solicitando visitas de grupos de personas, colegios, asociaciones, etcétera. Por otro lado, el Pregón de este año lo pronunciará Manuel López Pegalajar, miembro de la Academia Bibliográfica Mariana de la cofradía y asiduo colaborador en cuantas publicaciones realiza la Cofradía. Estamos seguros que será un gran pregón. Hoy, con esperanza de que la luz inunde nuestro corazón y nos renueve en nuestro amor a Dios y a la Virgen Santísima de la Capilla, acompañémosla devotamente uniéndonos a su dolor y pidámosle por la paz en el mundo, porque desaparezcan las enormes desigualdades que hoy existen en y entre los diferentes países y, sobre todo, para que ilumine a nuestros gobernantes. Así lo esperamos de ella y se lo suplicaremos humildemente ante su sagrada imagen.


    10 abr 2014 / 22:00 H.