Horizonte de eternidades

Llamamos “novísimos” a lo que sucederá al hombre al final de su vida: la muerte, el juicio y el cielo o el infierno. La Iglesia lo recuerda en el mes de noviembre. A través de la liturgia se insta a los cristianos a meditar sobre estas realidades. San Juan de la Cruz habla del juicio de cada uno y dice: “A la tarde, te examinarán en el amor”.

    03 nov 2015 / 12:30 H.

    Y del cielo decimos que es: “El fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre. El estado supremo y definitivo de dicha”. San Pablo escribe: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por pensamiento de hombre las cosas que Dios ha preparado para los que le aman”. (1 Cor. 2, 9). En Forja se nos dice: “Piensa también en lo poco que valen las cosas de la tierra, que apenas empiezan ya se acaban... En cambio, un gran amor te espera en el cielo: sin traiciones, sin engaños: ¡Todo el amor, toda la belleza, toda la grandeza, toda la ciencia...! Y sin empalago: te saciará sin saciar”. Los que mueren en amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su Salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia recomienda en favor de estos difuntos: Las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia. Jesús habla también con frecuencia del fuego que nunca se apaga, reservado a los que, hasta el fin de su vida, rehúsan creer y convertirse. La pena principal del infierno es la separación eterna de Dios, en quien únicamente puede tener el hombre la felicidad para las que ha sido creado.
    La Resurrección de todos los muertos: Nosotros conoceremos el sentido de toda la obra de la creación y de todo el misterio de la salvación, y entenderemos los caminos admirables por los que su Providencia ha conducido todo a su fin último. “El juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte” (cf. Ct. 8, 6). En la Iglesia Católica noviembre está iluminado de modo particular por el misterio de la Comunión de los Santos que se refiere a la ayuda mutua que podemos prestarnos los cristianos: “Quienes aún estamos en la tierra”. “Los que ya seguros del cielo se purifican antes de presentarse ante Dios”. “Y quienes están en cielo donde gozan ya para siempre”.
    Rafael Gutiérrez Amaro