“Hola don Antonio, soy Federico”

Las campanas de la catedral llenan sus ámbitos de acero y dulzura diciendo la señorial melodía que las demás campanas de la ciudad acompañan con su suave plañir. Esta plaza, formidable expresión romántica donde la antigüedad nos enseña su abolengo de melancolías, lugar de retiro, de paz, de tristeza varonil, se proyectaba profanarla cuando visité Baeza. El alcalde había propuesto al consejo urbanizarla (tremenda palabrota), arrancando el divino yerbazal, cercando la fuente de jardinillos ingleses...”, es parte de Ciudad Perdida (Baeza), en Impresiones y Paisajes, obra de Federico García Lorca. El poeta granadino escribió estas letras en 1918; en los dos junios anteriores a ese año, tuvo la oportunidad de conocer el patrimonio baezano, gracias a un viaje de estudios organizado por la Universidad de Granada. Muchos vecinos conocen esta historia y uno de sus efectos prácticos. El regidor sobre el que reflexiona es Francisco de Paula Acuña Martínez de Pinillos, liberal, no acometió el proyecto al que alude Lorca, ni tampoco ninguno de sus sucesores, porque la Plaza de Santa María sigue igual desde entonces.
También, se recuerda otra de las consecuencias de la lorquiana excursión, ya que brindó la oportunidad a un joven Federico de conocer a Antonio Machado, que ejercía de profesor de Francés en el actual instituto Santísima Trinidad. Cesáreo Rodríguez Aguilera, el universal quesadeño fallecido en 1967, fue uno de los estudiosos de este encuentro, que se materializó en junio de 1916, hace casi un siglo, y que narró Rafael Laínez Alcalá, alumno de Machado. Así lo recordó la comisión de repasar la influencia machadiana en la ciudad, con motivo del centenario de la llegada del poeta sevillano. En la película “Lorca, muerte de un poeta”, de Juan Antonio Bardem, se representa a Antonio Machado recitando a Rubén Darío, en presencia del granadino, como se supone que ocurrió en aquella ocasión. En el Casino de Artesanos, ya desaparecido, el incipiente genio de Lorca se combinó al de Machado, que ya era un creador consolidado y de referencia entre todos los autores castellanos. En una de las dependencias de esta casona de la calle Concepción, que aún está en píe, transformada en un pub, Machado recitó fragmentos de la “La tierra de Alvargonzález” y Lorca tocó el piano con gran maestría.
Estos dos grandes de la lírica española se hicieron amigos, surgió una respetuosa relación de la que es prueba, por ejemplo, la pieza que dedicó Lorca a la lectura de las Poesías Completas de Machado, con rimas como esta: “¡El poeta es un árbol con frutos de tristeza y con hojas marchitas de llorar lo que ama”.
“Se le vio caminar… Labrad, amigos, de piedra y sueño en el Alhambra, un túmulo al poeta, sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!”, así termina y se titula la composición que dedicó Machado a Lorca cuando conoció su fusilamiento, en 1936, en los primeros días del golpe militar contra la República, en 1936.

07 oct 2015 / 10:43 H.